He estado cambiando de una manera inesperadamente dolorosa. He estado arrancando recuerdos de cuadernos viejos y sembrando árboles. He estado decorando nuevos espacios y reencontrándome en caminos viejos. No estoy más en casa de papá y mamá. No platico más con mi hermana o mi hermano. El cielo es el mismo pero yo, moviéndome en la tierra soy tan distinta. El camino a mi casa es el mismo que solía tomar a mi viejo hogar, excepto que ahora la puerta, las paredes, las ventanas, son otras, mi realidad, que sigue siendo la misma, se cuenta de forma diferente.
Lloro de pronto, no siento ánimo de nada, me alegro, bailo, tomo de la copa, bailo al ritmo de la nostalgia que me produce saber que quien era, no soy más. Dejé de ser adolescente para convertirme en mujer, una que por cierto, no ha temido sostener el acelerador hasta estrellarse por completo y, ahí, hecha añicos, le alegra poder sentir una tristeza profunda que me orille al borde de mi propio acantilado tan solo porque es una manera de recordarme que, el vacío en mi pecho es proporcional a mi manera de amar, esa que recuerda fechas, que mide los días de acuerdo a ausencias, últimas veces, primeras veces y asocia lugares con personas y a personas con canciones.
En un Universo paralelo se cuenta mi historia de manera distinta: Allá soy todo lo que nunca fui; una escritora reconocida; una guionista de películas; una conferencista aplaudida; tengo una vida en la Ciudad rodeada de tráfico y luces; allá no tengo miedo de intentar, tengo sed de hacer; en esa línea resulto ser brillante antes que criticada; allá el amor llega justo a tiempo, no es impuntual. Soy la misma y a la vez no, soy un cúmulo de historias que conservé atesoradas para escribir después, pero para ese después, ya era tarde; soy las decisiones pendientes; los movimientos que hice a destiempo; soy las palabras no dichas; los viajes no hechos; los abrazos no dados; las despedidas abruptas y arrebatadas.
Ahora hago todo lo que jamás pensé: Lavo ropa, trastes y vivo obsesionada con la presencia de polvo en los muebles, quizá sea porque me recuerda que, el paso del tiempo no se lleva nada a menos que tú lo hagas. Vivo con quien me sostuvo cuando yo no podía sostener el tenedor y alimentarme por odiarme tanto; comparto jardín con quien tomó mi dolor y logró que flores exóticas brotaran del pasto que había estado árido; me siento a tomar té con quien no tuvo que recorrer el mundo para decidir que yo era su lugar favorito; comparto un baño cuando yo siempre decía que mi especialidad era estar sola.
En este Universo soy la versión más real, más cruda; soy fracaso tras fracaso; soy pequeño logro, tras pequeño logro; no siento la necesidad de impresionar; perdí el interés en que la gente aplauda lo que escribo o lo que digo; me la vivo improvisando, tomando los días como llegan… Desordenados, bonitos, con sol, con lluvia, con dolor, con alegría; aquí he renunciado a la idea de que para ser alguien increíble necesito el reconocimiento ajeno que de algún modo u otro me llevaría a ser fotografiada, a ser la cara de una campaña de marketing de Nike, a sentarme a responder preguntas en una entrevista sobre cómo mis textos más populares hablan de un amor que nunca prosperó.
Llega la mañana, el sol toca mi cama, los pájaros vuelven a sobrevolar el pueblo que me vio crecer, el cielo es el mismo que tú ves y de cierto modo eso me consuela, también me obliga a hacer las paces con todo lo que no fue, con aquello que anhelaba, esperaba, deseaba tanto pero que no encontró el lugar ni la hora para abrazarme antes de que yo pudiera cambiar de dirección. Llega un nuevo día y con él, el saber que me toca ver todo con realidad: La realidad es que crecí, no soy la misma de antes; ahora no quemo puentes, los dejo colgando adornados como ofrenda de paz; no persigo un futuro que desconozco, ¿por qué habría de hacerlo si no sé quien seré en 5 años?
Muchas cosas no tuvieron el desenlace que esperaba, ¿y qué con eso? Muchos frutos no se dieron en mi tierra, pero hay otros que sí. Abro las ventanas, dejo que entre aire, respiro hondo, no estoy del todo resignada, estoy del todo convencida que hay cosas que no pueden encontrar su lugar en los muebles nuevos; hay fotografías que no caben en los marcos nuevos; hay un pasado escrito, un presente vivo y un futuro que aún no respira. «¿Quién seré?, ¿En dónde estaré?, ¿Hacia dónde iré?», son preguntas que no me desgastan más, cedo el control al arte de soltar lo que no puedo cambiar, lo que todavía no sucede, lo que todavía no duele, lo que todavía no me hace feliz, los días en donde morirá quien soy ahora para ver nacer una nueva versión mía.
Todo lo que no fue se escurre como mantequilla, se han derretido las posibilidades, se han agotado las oportunidades, no queda más que construir el mañana con lo que tengo hoy, y aunque ha dolido como pocas cosas me han dolido, también es la primera vez que no sostengo mi pasado con una mano, tengo ambas disponibles. Que vengan más días, yo estoy lista.
Simplemente magnífico