¿Hace cuántas noches en vela que no descansa tu alma? ¿Hace cuántos amaneceres que no aprecies el canto de los pájaros? ¿Hace cuántas vueltas al calendario que te diste consuelo verdadero? Vives desapercibida, se te olvidó que antes de que todo se complicara, eras un satélite con un destello como para deslumbrar a Marte.
Subes y bajas; derecha a izquierda; siempre corriendo, siempre con los minutos contados; tienes demasiado tiempo para todo, menos para ti. En el reloj encuentras espacio para los deberes, las obligaciones, las responsabilidades, pero, ¿Se te olvidó que tú eres tu propia responsabilidad?
Vives para sobrevivir. Los días pasan como aguacero. Por dentro sientes el desierto crecer, algo te falta. ¿Hace cuántos atardeceres que observaste el cielo para darte cuenta que puedes encontrar una postal digna de enmarcar? Vives pegada a la pantalla, vives atenida a las opiniones de terceros, vives de acuerdo a un sistema que te explota, pero que nunca es capaz de darte algo desinteresado.
Ahora eres esa mujer que solías ver en los supermercados a los seis y, te jurabas que no serías igual… Distante. Si te detuvieras a escucharte, ¿Estarías segura de conocerte lo suficiente como para saber que, realmente te olvidaste?
Pasaste años de tu vida persiguiendo algo, las notas perfectas, el título universitario, los triunfos, el dinero, la familia, los hijos, todo para que de pronto te mires y veas que andas en piloto automático; perdiste el contacto con la parte aventurera, divertida, soñadora; dedicaste todo a la vida de los demás, y olvidaste dedicarte un día a la semana para poder estar contigo.
Oye, no tiene que ser así, no digo que amar y dar sean dos cosas malas, al contrario, habla de lo grande y desprendido que es tu corazón. Pero, ¿Por qué como quieres a los demás no te quieres a ti? No puedes pasar el resto de tu vida dándolo todo, guarda para ti. Mantén esos pensamientos benévolos, esos diálogos llenos de amor, una escapada al estilista, gozar un helado chiquito aunque sea, andar por las tiendas contemplando todo y nada, tomar un café, sentarte en el pasto, meditar, todo, pero contigo.
No te abandones, la vida va deprisa y más vale decir que la viviste, y no que ella te vivió a ti. Más vale apreciarnos y cuidarnos; darnos nuestro lugar; establecer límites en donde nos sentimos mal; dejar de rodearnos de cosas y personas que nos drenan; continuar pensando que no somos nada, que somos como arena. No te abandones.
Estás a tiempo, todavía puedes volver a aprender a amarte, valorarte, cuidarte, a valorar tu compañía, a disfrutar de un día contigo en el cual recuerdes lo que te gusta, lo que no, lo que necesitas, lo que quieres, lo que se apagó, y lo que hay que revivir.
Te lo digo ahora, no te abandones. Porque tú vivirás contigo para toda la vida.
Texto de Arte Jiménez
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