Si tengo un defecto es que, perdono demasiado fácil y rápido a quienes no deberían tener un espacio en mi vida. Justifico, casi siempre, sus distintas actitudes negativas hacia mi persona; quiero siempre elegir el lado bueno, al malo. Generalmente.
Pero después de tantos años de práctica fallida, he comenzado a darme cuenta que tal vez necesite ser más rígida; decir menos, abrir las puertas de mi casa menos, confiar menos, reservar todo el amor y entrega a quienes han permanecido a través de los años. Porque al final, lo que regalamos a los demás, incluso el tiempo, no tiene ticket de devolución.

He invertido tiempo con personas que se sentaban a hablar de la vida de los demás como deporte; he sido incondicional a gente que desapareció de la noche a la mañana sin explicación; he escuchado cosas hirientes de otras bocas esperando que solo sea en su «arranque» de enojo. Pero yo sé que no, la gente elige a quien fallarle y a quien herir, porque quien conoce lo que te duele y tus secretos, jamás haría algo para fastidiarte.
Así que sí, si no volver a caer tendida en los brazos de alguien más esperando que me hagan caricias en la cabeza para quitarme la migraña, me convierte en una maldita, eso tendré que ser con quienes no distinguieron el límite, con quienes en su interior mantuvieron la línea de «es que ella siempre está ahí», subestimando mi capacidad de juicio.

No voy a dejar que continúes teniendo este poder sobre mí, realmente no lo necesito. Estoy exhausta de ver tus publicaciones y tus fotografías tratando de hilar los pies de foto, con lo que capturas. Ya no quiero seguir viendo tu perfil como quien ve la foto de un difunto, preguntándose qué sería de su cadáver. No tengo más espacio en mi memoria para ti, para lo que compartimos.
En realidad, si lo pongo así, mis ganas de escribir «Fin» en una hoja después de 700 cuartillas llenas de razones por las cuales debí haberme marchado antes, solo incrementan. Mi energía se expande ahora que no estás, ahora que no te mantienes en el marco de la puerta, mirándome con lástima, mientras deseas encerrarme con seguro.

Estas son las consecuencias de haber dado de más a quienes no supieron dar lo mejor de sí; cuestionamientos absurdos, ansiedad, desvelos, malestar, un diálogo interno duro de asimilar, donde me castigo más de lo que te condeno a ti, que ya no estás. Vacía, un poco, al saber que lo di todo, y con las manos semi vacías y llenas de ampollas, siembro las últimas semillas de mi corazón, esperando que la cosecha sea buena el año que viene.
Que crezcan árboles, un bosque, una selva, y tú te enteres a lo lejos de que, justo cuando morías por verme fallar, triunfé.
Texto de Arte Jiménez
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Fotografía de Averie Woodard
Me encantó.
Wooooo Enamorada de este Post Gracias