Me he encontrado inmersa en un dolor profundo que a veces ni siquiera yo puedo entender… Es la vida, la lista de expectativas, el reloj que no me cede algo de respiro para acoplarme de nuevo. Miro la mañana transformarse en tarde, y la tarde en noche. Siento el verano escaparse, mientras el otoño me saluda desde el suroeste cuando distingo un rojizo tocar la montaña… Son los cambios, son las lecciones, soy yo sintiéndome distinta mientras el mundo sigue siendo el mismo.
A veces he encontrado consuelo suficiente en un sueño profundo, se aparecen las caras que solían estar, las voces que solían hablarme, aquellos cuerpos que solía poder tocar, y les pregunto por mi existencia en esta tierra, porque de vez en cuando me pregunto si estoy tomando el camino correcto, a lo que responden: «No hay camino correcto, en todos hay un salto de fe que se tiene que dar», y sé que se refieren a confiar lo suficiente en mis pies como para atravesarlo todo.

En las mañanas vuelvo a mirar el techo y, con cada día que pasa, es más clara mi visión, puedo decir que, hoy es un mejor día. Aún no lo tengo todo, tal vez debería relajarme y recordar lo que el abuelo me enseñó… Si uno es agradecido, lo demás viene solo.
Mi familia imperfecta, ni políticamente correcta, a veces sarcástica, mi hogar, el que se construyó desde un 4 de julio después de que mis papás hubieran pensado haber encontrado el amor antes de encontrarse divorciados, perdidos, confundidos. Ladrillo por ladrillo, de ventana en ventana, poco a poco se hicieron de la casa que de niños hubieran deseado.
Mi mamá no baja a desayunar sin arreglarse; mi papá aunque llega exhausto del turno nocturno cocina su arroz; mi hermano dibuja y ama los cómics; mi hermana podría verse todo el catálogo de Netflix; yo escribo mientras Kenny Rogers me recuerda a aquella mañana en la que, la muerte me visitó de chiquita y, no ha vuelto a tocar mi puerta, por eso escribo esto… Agradecimiento.
Cuando las heridas han aparecido en la superficie de mi alma, mi papá dijo que si se encontraba de frente con aquel que tuvo la osadía de hacerme llorar, le partía la cara. Mi mamá, muy a su manera, se acerca de imprevisto y dice «yo sé lo que sientes». Saber que tienes a donde correr cuando llueve sobre mojado, es un alivio, sí, pero también la mayor felicidad. Mi casa es mi hogar, a veces con tintes que no son de mi parecer, a veces tan callada, otras ruidosa, otras colorida, otras pálida, pero nada la desmantela.

Apreciación. A veces sentarse y observar es lo mejor, cuando lo cotidiano recobra brillo, es porque sé que, a pesar de que siempre mi madre ponga la misma canción, suena más feliz cuando ella la escucha. Sabes que podrías comer puré de papa en cualquier otro lugar, pero papá cocina mejor. Sabes que podrás tener muchos amigos, pero a los mejores los llamas «hermanos».
Sí, si hoy me duele algo, mañana definitivamente será un mejor día. Hoy me duelen los pies, voy a tenderlos, sabiendo que en este tambaleo no ando sola. Las paredes del jardín bañadas en color verde, me inundan de felicidad, el sonido de las abejas volando sobre la lavanda me recuerda a que, quien trabaja duro, sobrevive. El pasto seguirá acariciando mis pies, y el sol siempre volverá a salir.
Afortunada soy, porque no tengo todo lo que quiero, tengo todo lo que necesito. Aquí y ahora, 20 años después, corroboro que el amor es incondicional, y que, de donde crecieron mis raíces siempre tendré los mejores recuerdos: los sacrificios de mis padres, las épocas áridas en las que pensábamos que podrían morirse todas las rosas, pero los pequeños saltos de fe nos enfrentaron con lo que somos hoy, un abrazo, un respiro después de un día horrendo. Somos el amor que siempre cosechamos.
Feliz aniversario.
Texto de Arte Jiménez
Instagram: @artejimenez