Los amores imposibles fueron para quedarse así: imposibles

Aguardar el momento indicado es un error, nunca se está completamente listo para los giros inesperados que da la vida, y mucho menos para aquellos que involucran a nuestros sentimientos más íntimos. Pero arriesgarse es clave y hasta ahora lo comprendo.

Guardé el misterio por años esperando que llegara el momento indicado, llegó tal vez demasiado tarde como para quedarme un rato más largo contigo. Aguardé y aguardé porque una parte de mí temía que al final fuera cierto, que llegaras a interesarme más de lo convencional, y yo como buena causa perdida, cayera en la red que has tejido con tu magia a lo largo y ancho de mi curiosidad.

Quizá tenías razón, no tenía que comportarme racional, tal vez solo tenía que entregarme a mi deseo más profundo, a ti. Pero yo temía morir de amor por alguien que solo quería usar mi compañía como una aventura, un número en la lista de personas intrascendentes, romances fugaces que se sepultan al olvido. Yo quería tener un significado.

El tiempo hizo lo suyo, ni antes ni después, en el momento justo intercambiamos palabra y por muy precavida que fuera, lo único que pude hacer fue desabrochar el cinturón y acelerar sabiendo que me iba a impactar contra la realidad más decepcionante: somos una breve coincidencia que ocurre extraña vez en la vida. Aún así me tratabas como si fuera especial, como si te importara, me contabas todas esas cosas que sigo manteniendo como si fueran secretos míos.

Te tatuaste un avión porque siempre quisiste ser piloto, o quizá porque simplemente quieres mantener distancia con un mundo que te hace sentir mal por ser quien eres. Desearías poder colgarte de un cohete e irte al espacio a encontrar una galaxia en donde ser marciano no esté mal. Tus ataques de ansiedad eran por las noches y te calmabas al tener un cigarro de clavo o una cerveza en la mano. Esa noche dijiste – Me alegra que estés aquí -, y yo me la creí.

Te tomaste el tiempo de hacerme sentir como que podía destapar tu parte vulnerable y besarte los defectos con mi labial morado.

Realmente nunca me gustó el sillón de la sala en aquel departamento hasta que tú estuviste ahí.  Me veías y yo a ti, te tuve tan cerca que pude finalmente saber a qué olías, pero jamás tu sabor;  preferí saber cómo se sentía un abrazo tuyo de despedida y aunque hubiera querido veinte más, el precio era demasiado caro; mi paz mental y mi estabilidad emocional siempre me parecieron prioridad.

Me hubiera arriesgado porque igual a ti jamás te hubiera importado, y yo hubiera podido superarlo; te hubiera devorado y apagado el deseo creciente en mi interior.

Al final terminaste yéndote con ella sabiendo como me sentía por ti, así de mucho realmente te importaba yo; así mataste toda posibilidad, y me limitaste a ser tu paño de lágrimas, nada más para usarme cada vez que te sintieras mal, porque sabías que todo lo que tú odiabas y cuestionabas de ti, yo lo iba a enaltecer como si fueras lo único bueno con vida en el planeta.

Hubiera dejado mis manos correr hacia ti, que mi cuerpo se lanzara sobre el tuyo, y después sepultarte al olvido. Pero no, volvimos al inicio: tú como un amor imposible y yo al margen preguntándome cosas como, ¿Por qué hemos de encontrarnos con personas que jamás vamos a poder tener?

De vuelta a aquel día, cuando nos veíamos como esperando, como queriendo, como a punto de todo, no me queda más que hacerme a la idea de que las personas son como perfumes, uno siempre encuentra uno que le gusta más, y quizá algún día encuentre a alguien que me adormezca de nuevo los sentidos, me haga sentirme como tú hiciste, pero esta vez no guardaré mis ganas, las voy a desquitar, por ti, por mí, y por el tiempo perdido en espera de que hicieras algo más que usarme como peón en tu tablero, porque aunque hayas dicho que no pasó nada, sabemos bien que sí.

Así que… En la movida final de tu juego, me retiro; esta es la última vez que te dedico algo de mi tiempo. Eso sí, si algún día te preguntas si alguien hubiera estado dispuesto a entregarse por estar contigo, yo lo hubiera hecho. Pero que quede claro que ya no, ni hoy, ni mañana, ni en un millón de años más.

Texto y fotografía por Arte Jiménez

Mujereologia

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