2017: el año de las personas extrañas, pero importantes.

Estás en la habitación mirando al techo y te cuestionas sobre la vida, porque el ritmo de la misma se aceleró y no logras recordar cuando fue la última vez que tomaste un café con tu mamá.

Y te pierdes, vas hacia atrás, de reversa a través del tiempo, solo para ver llover lágrimas.

Han pasado cuatro años, te convertiste en todo eso que juraste que no sucedería: perdiste al amor de tu vida, terminaste en una oficina, y dejaste de llamarle a tu tía.

Se te olvidó lo bien que se siente despertar a lado de alguien, que no está mal querer a alguien para que concilie los sueños rotos, y deshaga los nudos hechos.

En el refri a veces no hay comida, pero nunca falta una botella de Bacardi los jueves; entonces bailas entre extraños, gastas los miles, aunque al final no los tienes.

Despiertas en cama ajena, hueles a cigarro, y no sabes donde dejaste el coche; otra vez fuiste víctima de los vacíos que enfrentas cada noche.

Otro día más siendo miserable, pero no te das cuenta, porque sepultaste los ideales en algún lugar del pasado para seguir sin remordimiento.

Llega el lunes y corres desesperado, ya sabes que tu jefe se la vive gritoneando; atraviesas la gran ciudad que constantemente te recuerda que eres diminuto.

De adulto tienes buenas amigas que ayudan a asimilar el dolor, como Mari y Juana; te recuestan mirando por la ventana recordando tu último viaje a Tijuana.

De pronto te encuentras leyendo sobre Henri Matisse, corres al espejo y no reconoces ni tu propio matiz. Lees sobre algo diferente, tal vez Picasso, y en sus desproporciones reconoces el ocaso.

Tu relación amorosa es miserable y fallida, pero te da demasiado miedo romperla e ignoras las causas perdidas. Existen millones a los 23, pero prefieres quedarte donde siempre, aunque no te sientas bien.

Te sientas con tus amigas a criticar, tomas tazas de café, usas Carolina Herrera; hablas sobre tu nuevo novio y sobre su cartera. Todo para mirar hacia adentro y darte cuenta que eres como una piedra.

Caminas por las calles y el cielo perdió su brillo, te has perdido más de 25 atardeceres porque sacrificas tu paz mental porque quieres triunfar y conquistar la multitud de una ciudad.

Hace un año eras muy feliz, miras las fotos viejas y no sabes que fue de ti; ya pasó un año desde que se fue y aun así lo recuerdas mes tras mes.

Cuando estábamos vivos, cuando más que humanos éramos almas bailando debajo del mismo techo y por las noches decías que me querías mucho.

Tus padres merecen una vida mejor, y es una pena que tú aun seas un niño corriendo por el mundo sin poderles dar nada, sintiéndote siempre tan inferior.

El día que me dejaste ir estaba nublado, era el comienzo de verano, pero para mí fue el comienzo de un largo invierno. Verdades ocultas, mentiras dichas, heridas hechas.

Te fuiste hasta Houston para enterrar sentimientos truncos; te levantas porque sabes que no tienes más opción que salir y retomar tu rumbo.

Perdiste amigos, se convirtieron en extraños y los extraños se convirtieron en hermanos; quien jamás imaginaste es quien ahora te da la mano.

Te convertiste en adulto y ahora mientras recuerdas te sientes de luto; murió una parte de ti que sentía que podía conquistar al mundo.

Y lloras, porque todo cuesta; no lo aceptas, pero sufres, porque en la oscuridad dejaste de apreciar las luces.

Sientes que nadie ha cambiado y tú eres el mismo, pero cuando miras atrás sabes que el dolor es real y todo es parte del recorrido.

Conociste a alguien especial, algunos le llaman “amor”, yo no sé cómo llamarle a la magia que sucede entre dos.

Y el sexo es bueno, descubres rincones de ti que desconocías, y tal vez después de todo nada sea malo, no si te recuestas a mi lado.

Las cosas que la humanidad tanto prohíbe, te inhiben, pero liberan, te auxilian en momentos de duda, y no hace más falta más que romper las reglas que tus padres dijeron que eran tuyas.

Te sientes diferente, porque nunca te diste cuenta del momento en que pasó, pero de pronto eres otro, y nada salió como lo habías planeado.

Todo mundo espera el fin de año, y tu sigues contando los daños, tal vez para finales de noviembre no logres salir graduado.

¿Y los aplausos?, ¿las risas?, ¿los buenos ratos? Quedaron en algún rincón del estrés y desesperación totalmente olvidados.

Ojalá triunfemos, aunque ahora todo parece borroso, estúpido y sin sentido. Que todo el dolor y las lágrimas valgan algo, y despierte en medio de una cuna de oro.

Ojalá te des cuenta que siempre nos pertenecimos como uno mismo, que fuimos creados para vivir debajo del mismo cielo.

Pero espera, ya pasaron 5 meses, ahora estás con ella, y yo sigo con la mitad de la cama vacía. Vivimos tan cerca, pero con vidas paralelas.

Y así es, las vidas son líneas, y giran de pronto para ser perpendiculares, se inclinan y se vuelven pendientes, de pronto se detiene y jamás vuelven a tocarse.

Te acuestas después de un día horrendo, te acuerdas que los tronidos de las paredes te dan miedo, y no puedes cerrar los ojos.

Que la vida nos cure, que la alegría llegue, y la prosperidad invada, pero mientras ha sido un caos con sabor a helado de macadamia.

¿Dónde terminarás y con quién?, ¿Quién te llevará a casa cuando no te sientas bien?, ¿Quién despertará a tu lado para admirar tus ojos color miel?

¿Coincidiremos y mejoraremos?, ¿Aún me sigues queriendo o nos olvidaremos?, ¿Cómo saberlo mientras aún escondes las palabras pero hablas con los ojos?

Texto y fotografía por Arte Jiménez

Mujereologia

El blog que vino a revolucionar la vida de las mujeres, el guilty pleasure de los hombres.

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