Éste va a ser un mail no leído en la bandeja de mi papá; va a ser un ejercicio cuyo fin no es otro más que intentar liberarme de un peso que puedo sentir que a veces me ahoga, sobre todo cuando me pierdo entre los recuerdos. Conforme pasan los días he recordado cosas que creía haber sepultado, los paseos, las caminatas en la Marquesa, las noches de juego, los vídeos musicales que mi papá religiosamente grababa en VHS desde el canal de MTV, las comidas en el refugio del bosque, las visitas extendidas a Mix Up, y ahora todo aquello se resume a pensamientos sin sonido, lugares cuyo olor sólo podría reconocer volviendo en el tiempo. Nunca es suficiente tiempo, nunca hay suficientes horas en el reloj cuando se trata de alguien a quien amas.
Mi papá y yo tuvimos una relación particular: Mis padres se divorciaron cuando sólo tenía 4 años, no era edad suficiente para entender muchas cosas; crecí dividida entre el amor que sentía, pero también lo que veía, y a veces yo no veía mucho a mi papá; podría sentarme a escribir sobre las cosas que él hizo mal, sobre lo que yo hice mal, y eventualmente nos condujo a este final irreversible en donde si grito, la única respuesta es el eco. Recuerdo muy bien una conversación en donde el me dijo «el amor no es un sentimiento, es una decisión», el amor cambia, se transforma, a veces el tiempo no le favorece, sin embargo, cuando miras a quien te acompaña y te das cuenta que no era necesaria la perfección, sino la comprensión, entonces es ahí en donde decides quedarte. Intento aferrarme a la idea de que yo siempre elegí quedarme, con todo y aquello que me lastimó, él se quedó con todo y aquello que lo lastimó. Nos quedamos. Los últimos tres meses de su vida pude hablar con él en paz, pude decirle que tenía miedo a lo que pensara por haberme alejado porque atravesé por cosas inexplicables, que la depresión y la ansiedad, habían dejado de ser tópicos lejanos, yo realmente luché conmigo y por mí. Supongo que ahora que puede verme más de cerca, lo sabe, el pasado siempre vuelve cuando no se lidia con él a tiempo.
Esto no se trata sobre los traumas de la infancia, creo que hay una diferencia entre el trauma y el dolor que una experiencia deja en forma de herida, una que no termina de cerrar porque la madurez emocional de ambas partes no está en sintonía. Irónicamente yo alcancé ese nivel hace tres meses, fue entonces cuando dije: «Estoy lista para soltar, para empezar a caminar de nuevo», y de pronto la vida, sin advertencia alguna, como suele ser, me dejó con la falsa esperanza de una nueva oportunidad, me quedé ahí, justo en donde quedamos que retomaríamos. Supongo Andrew Garfield tenía mucha razón cuando dijo que el duelo es el amor que sentimos y no tiene a donde irse, ni cómo ser expresado. Aquí estoy llorando por todo aquello que tuvimos, los desfiles de Navidad, las largas conversaciones sobre el mundo, la política, la vida incomprendida de las personas jóvenes, y sobre todo, por aquello que conservo como un deseo en mi corazón, el deseo de volver a encontrarnos y tener veranos, fines de semana, llenos de nosotros y nuestra dinámica particular que nadie más tenía que entender.
Como muchas cosas en la vida, cada experiencia es un aprendizaje, hay algunos que son más dolorosos que otros, y temo que éste es la especie de lección que deja una cicatriz. Nunca nada vuelve a ser igual después de una pérdida, con cada persona perdemos algo de nosotras, yo en esta ocasión siento que me amputaron un cacho de alma; siento que no soy la misma que era antes del siete de julio. Con esto descubrí que hay vacíos que no están destinados a llenarse, sino para plantar un árbol y verlo crecer a través del tiempo. Creo que a mi papá le gustaría eso, que toda la agitación emocional que trae consigo la muerte (por mucho que creas en el más allá), se convierta en una razón para seguir… Así que usaré todo lo que me duele para poder hacer lo que él sabía que yo amaba hacer, escribir.
La herida abierta me dice que no vuelva a dejar pendiente una conversación, que no me tarde tanto en soltar lo que me lastimó, que el enojo deje de dirigirme en ciertas ocasiones, que baje mi guardia, que ame en tiempo y forma, que el amor está para ser dado en vida, que honrar la vida de alguien es cumplir con todo lo anterior. Así que, aquí estoy, volviendo a empezar, volviendo a dar amor a quien me lo da, teniendo un espacio abierto para quienes me ofrecen sus hombros y brazos para llorar, dando lo que puedo de mí porque es todo aquello que no pude darle a mi papá, y que sé que él querría que hiciera.
Si has llegado hasta aquí, una última cosa: Contesta LA llamada, responde EL mensaje, perdona lo que ya no tiene lugar en el AQUÍ Y AHORA, no dejes para mañana lo que puedes SALVAR HOY.
Hasta siempre, papá.
Lo que estaba escuchando cuando escribí esto: