Nunca nada volverá a ser lo mismo.

Aquella mañana de abril desperté temprano, como siempre, bajé a la cocina a preparar café y a recoger, me tomé un breve momento para admirar todo a mi alrededor. Para mucha gente era un lunes cualquiera, era el inicio de otra semana más, mientras que para mí indicaba el principio de un camino hacia lo desconocido; no importa que tanto te prepares mentalmente para un momento, cuando llega te toma por sorpresa. Yo sabía desde un par de semanas atrás que me esperaba una mudanza de casa, en 12 horas los muros que me rodearían no serían más aquellos que me vieron crecer, sino, unos completamente ajenos, unos que tendría que conocer de cero, y que tendrían que aprender todo de mí. «Nunca nada volverá a ser lo mismo», me dije, recordando las pláticas con mi madre en la comida, las risas con mis hermanos, las comidas con mi papá, el jardín verde que siempre me daba paz, aquellos ruidos que reconocía ya muy bien, como cuando los pájaros andaban en el techo o el rechinar de la puerta del patio.

Todo aquello se esfumaría, así, en un abrir y cerrar de puerta.

Nací siendo una nostálgica sin remedio: Extraño los momentos desde el momento preciso en el que están sucediendo, me siento a echar suspiros pensando, «Todo esto se irá y no podré retenerlo, solo en la memoria». Siento una tristeza que me ahoga de pronto y a la vez siento una felicidad que me electrifica el cuerpo completo. Vivir me parece inefable. Puedes reír mientras lloras, puedes crecer mientras una parte de ti se está rompiendo, puedes estar abriendo una puerta mientras cierras otra, una noche puedes soñar y a la mañana siguiente asombrarte por la realidad que te despierta. Nunca nada se detiene, nadie nunca lo hace, no sé si sentirme aliviada porque todo pasa y todo cambia, o sentirme melancólica porque me gustaba muchísimo como era la vida y de pronto, tuve que dejar ir aquello que mis cinco sentidos solían conocer muy bien para convertirlo, entonces, en un número más en la lista interminable de las cosas que amo de estar viva.

Para mucha gente la mañana siguiente era el inicio de un martes más, para mí era el inicio del resto de mi vida. Desperté en una casa sin muebles más que dos sillones individuales, una cama, una lavadora y un refrigerador. No quedaba rastro de absolutamente nada de lo que solía ser… Bajé las escaleras sigilosamente, era muy temprano, el sol aún no se asomaba entre las montañas, preparé el café y quedó pésimo, había olvidado que era no era la cafetera de casa de mis padres. No más conversaciones con mi madre, no más risas con mis hermanos, no más comidas preparadas por mi padre, ahora solo estaban los ruidos que hacían los vecinos, el sonido de una alarma, y a los pocos minutos, la voz de mi pareja. Qué agridulce es crecer. Por un lado sueltas y por el otro lado encuentras algo o alguien que abrazas con todas tus fuerzas.

Pasaron los meses, las estaciones cambiaron, todo se transformó; mi piel sigue siendo la misma, pero lo que está debajo, no.

Hay momentos en los que me cuesta asimilar la velocidad con la que navegamos la travesía que es la vida; me entristece profundamente no poder guardar mis recuerdos en un disco duro que lleve conmigo a todas partes y tener registro hasta del momento más insignificante. Es difícil ver a las personas que amas comenzar a padecer, como mi abuelo, a quien conocí fuerte, sin embargo, ahora parece estar perdiendo altura y la fuerza de sus brazos. Es extraño ver los lugares cambiar, como aquella plaza a la que ibas con tus amigas y ahora cada una ha forjado su propio camino sin mirar atrás. Es complicado ser la persona que piensa mucho en los demás, que recuerda cada detalle, que desea que nada cambie, no por comodidad, sino porque teme que justamente, todo se desvanezca en cualquier momento.

La vida parece un acto de magia, pasamos de pensar que algo está ahí, sobre la mesa, pero de pronto, desaparece, no hay una explicación que para ti sea lógica, aunque seguramente hay una serie de pasos para que el mago logre crear la ilusión óptica. Lo repentino sacude y tal vez mi sensibilidad a veces no me permite apreciar el cambio como aprecio un bonito paisaje, al menos no al principio, sino que me cuesta saber que nunca nada volverá a ser lo mismo.

Mujereologia

El blog que vino a revolucionar la vida de las mujeres, el guilty pleasure de los hombres.

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