La cruda historia de quienes no encuentran su independencia económica.

Otro día más enviando currículum, leyendo frases motivacionales en Instagram que te hacen querer aventar el celular, comparándote con las personas que suben todo sobre sus aparentes vidas perfectas; sigues esperando la respuesta de la reclutadora que te dijo que cumplías con todo el perfil, que eras justo lo que buscaban en la empresa a la que aplicaste, pero algo te dice que vas a volver a contar la misma historia: No te llamaron, no te escribieron un mail, no tuvieron la decencia de redactar un mail para reducir tu ansiedad y, sobre todo, tu insomnio. Te preguntas qué fue lo que hiciste mal, si cometiste una falta grave, si no eres tan buena como pensabas, le das vuelta a todo y todo te da la vuelta a ti. Lloras en la noche, finges estar bien en el día; tratas de tragar saliva mientras tienes que leer una vez más un «no» por respuesta y tu corazón vuelve a romperse.

Hablemos de esto, de sentir el corazón roto no porque alguien te dejó o una mejor amiga te traicionó, sino porque la vida resultó ser aún más ruda de lo que pensabas. No pediste nacer, sin embargo tienes que cumplir con todo lo que se espera de ti: A los 18 debes elegir una carrera, a los 21 debes empezar a tener más responsabilidades, para los 25 deberías tener una relación estable, a los 30 deberías estar casada y tener una carrera realizada. Vas al paso del resto y no al tuyo, ¿y qué más pasa en la década de los 20? La independencia económica. Para la década de los 20 estamos esperando tener un buen trabajo, mudarnos a un departamento, poder salir de fiesta, invitar a quien queramos a pasar el rato, hacer cosas de gente adulta, pero si no estamos haciendo eso entonces resumimos nuestra vida a una sola palabra… Fracaso. Vivir con nuestros padres a los 25, por ejemplo, es señal de que no hemos logrado en absoluto nada, ¿Eso es cierto?

Hace unos años tuve una racha realmente horrible. Era 2019 y tenía que trabajar como freelance en proyectos mal pagados; a veces no había absolutamente nada, creía que nunca saldría de ahí, que había estudiado para nada. La tristeza realmente se apropió de mí durante unos largos meses. En ese momento llegué a contemplar la idea de dejar absolutamente todo por dedicarme a algo que no me atraía en lo más mínimo: En tiendas departamentales, de asistente, en un Call center. Toda mi vida he sentido que lo mío es conectar con la gente a través de lo que escribo, pero en ese momento dudaba muchísimo de que fuera posible, incluso ahora de repente lo dudo.

Vi a la gente de mi edad independizarse y seguir un camino perfectamente bien trazado, aquello en ocasiones me motivaba y en otras me consumía. Me di cuenta de algo: No es que estuviera fracasando por no cumplir con los tiempos y acciones que yo misma había establecido para mí de acuerdo a lo que el mundo cree, sino que me estaba fallando a mí limitándome a lo que no tenía, no se podía o no estaba, en vez de empezar con lo que sí estaba. Para nuestra desgracia, en este sistema, siempre estamos entre no ser suficientes, no tener una pasión, o no tener los recursos para poder explotar algún don que tengamos. Todo eso vuelve nuestra lucha más difícil y tal vez no lo creas, pero no estamos destinadas a ser estrellas brillantes que te coloque en la lista de las 100 personalidades más importantes del año de la revista Forbes; a lo mejor te afecta, pero yo aprendí a abrazar la realidad de que soy y seré una persona promedio que cree en luchar por cambiar el mundo, pero que ya no deja que el mundo la cambie a ella.

Definitivamente creo que la independencia económica es sumamente importante, es vital para nuestro bienestar y salud mental, pero también creo que no debemos ser tan severas con nosotras mismas. En 2020, después de un año de mierda, tuve otro año de mierda laboralmente hablando, la historia cambió hasta 2021. Comenzó a irme bien, comencé a crecer profesionalmente, arranqué con poco y aunque aún no llego al punto final, me siento orgullosa que no estoy poniendo mi atención en lo que debería estar haciendo según las personas, sino en lo que hago con el tiempo que tengo. No eres un fracaso por tener 26 y seguir en casa de tus padres, eres una obra en construcción que está reuniendo todo lo posible para producirse a sí misma.

Con esto no pretendo hacer a un lado la precariedad que existe en muchos trabajos, los sueldos injustos, las horas extras o la brecha salarial; lo que yo pretendo es decirte que nadie la estamos teniendo fácil; todas estamos rotas de una forma u otra; la pandemia nos quitó muchas cosas; el tiempo ha restaurado algunas, entre ellas, nuestros corazones, pero yo deseo que tomes fuerza de las pequeñas cosas como yo hice. ¿Por qué creería que soy mala escritora cuando existen escritores como Quetzal Noah quienes ya publicaron un libro con poemas misóginos?, ¿Mi único fin es ser escritora best seller porque así lograría fama o solo quiero hacer lo que me gusta porque lo disfruto?, ¿Debería dejar de intentar tener un trabajo normal y en la noche trabajar en mi proyecto personal, o el mundo me está carcomiendo las ganas de seguir? Pregúntate a ti misma si realmente eres un fracaso o solo no cumples con la lista que todo el mundo lleva en su mano.

Para poder construir un camino hacia nuestra independencia es importante, en muchos casos, dejar de cuestionar nuestro valor y lo que merecemos en este mundo; es dejar de creer que la única forma de trascender es teniendo grandes lujos y viajando por el mundo, en realidad, si tienes un grupo de amistades y has hecho que temas complicados se toquen sobre la mesa, ya estás trascendiendo; es muy importante que tomemos fuerza de la cotidianidad mientras seguimos luchando por aquello que creemos correcto; nuestro mayor motor debemos ser nosotras mismas. No, tal vez no termines en una ceremonia recibiendo un premio o saliéndote de casa de tus padres antes de cumplir los 30, pero, ¿sabes qué sí estás haciendo? No rendirte ante el compromiso de ser tú quien se ofrece lo que quiere.

Como te conté, a mí me ha tomado años el poder hacerme de mis propias cosas, de poder contemplar el hecho de rentar un lugar (compraría pero sigue estando fuera de mi alcance), creer en mí para construir un sendero muchísimo más amoroso en donde no me recrimine por no ser como otras mujeres, sino en donde aprecie las cosas que a mí me suceden y que de una u otra forma son un pequeño o gran impulso para seguir. El bote nunca se deja de tambalear, solo vamos mejorando a la hora de tomar el timón. Haz un recuento de las cosas que te han tocado vivir, de los días horrendos que has superado, de las veces que te querías morir y lo mucho que peleaste por seguir aquí.

Sé que tener un trabajo con horario de oficina apesta, que tener fines de semana de dos días no es nada, que los jefes pueden ser una patada en los ovarios, que eso de tener pocos días de vacaciones o ninguno es infrahumano. Pero te propongo algo: No dejes de invertir en ti, de ahorrar, de planificar, de recordarte que esto es un puente que te llevará a otros sitios. A lo mejor no es una maestría de Stanford, pero a lo mejor es un trabajo en un lugar con un mejor ambiente; tal vez no sea publicar un libro y que se venda como pan caliente, pero sí la satisfacción de creer en ti y terminar lo que empiezas. Creo en ti, creo en nosotras. Sé que pronto todo cambiará y que si toma un poco más de tiempo, no le restará valor, seguirá siendo igual de increíble.

Mujereologia

El blog que vino a revolucionar la vida de las mujeres, el guilty pleasure de los hombres.

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