5 cosas que le diría a mi yo de 18 años:

Mi papá llegó de una conferencia en su trabajo sosteniendo un libro titulado algo así como «Maneja la crisis de los 50», volví a leer el título y todo lo que decía la portada y la contraportada, spoiler alert: Ni a los 50 sabes qué pasa con tu vida y qué quieres de ella, de ti, de lo que te rodea; era algo que podía ver venir y que, lejos de causarme otra crisis, me sucedió lo contrario, sentí alivio. Una parte de mí agradeció que el ver y sentir el caos y observarlo en nuestro alrededor, no dejara de sucedernos porque, ¿qué somos sin los momentos en donde todo se desvanece? Cuando lo pienso, son los peores momentos los que más me han moldeado, incluso esos en donde he tenido que enfrentarme a cosas que temía con todo mi ser o que no me creía capaz de manejar. En ese camino también descubrí que por muy doloroso que pudiera resultar, tenía que desechar todo un guion que había creado para mi vida, uno que incluía expectativas laborales, sentimentales, sobre quien tenía que ser y hacer.

Hoy quiero hacer algunas declaraciones que tal vez para algunas personas resulten controversiales, pero son resultado de una evaluación constante; prometo que esto no lo hago de forma deliberada ni irresponsable, sino para que veamos más allá de lo que tenemos a nuestro alcance o las ideas con las que hemos crecido toda nuestra vida.

No deberías pagar un precio altísimo por recibir educación.

El hecho de poder ir a escuelas privadas se lo debo al trabajo de mi papá, quien no es multimillonario ni millonario, es un hombre que con esfuerzo ha podido sacar adelante sus proyectos, no ha sido una cuestión de suerte, ha sido una cuestión de trabajo arduo. Mirando atrás a la Arte de 18 años, yo le diría: «No entres a esa Universidad, no porque sea bonita, tenga un Starbucks, un estudio de televisión y regaderas quiere decir que es lo mejor», claro, ya es tarde, pero mi punto aquí es que puedes pagar la escuela más cara, incluso cuando como yo, te haces de una beca, y aún así eso no te garantiza nada.

Un amigo de mi mamá es muy bueno en su trabajo, tiene un excelente puesto, para mi sorpresa no tiene ningún titulo universitario, lo cual le avergüenza contarle a sus hijos. ¿Por qué creemos esta mentira de que tener un título enmarcado colgando en la pared nos da algún tipo de superioridad moral en esta vida? Así como él, conozco gente que no tiene título, que no pudo ir a la universidad y que tienen todas las ganas de seguir con su vida, no se han limitado a que instituciones que capitalizan el conocimiento les arrebate la oportunidad de aprender.

No digo que ir a la Universidad sea una pérdida de tiempo, simplemente creo que en primera, todo mundo debería tener acceso a una escuela; segundo, no le va a gustar a todas las personas, lo cual no las hace fracasadas, volviendo a que el trabajo que haces contigo y tus habilidades individualmente van a dictar una parte de lo que suceda; tercera, al existir tanta desigualdad de género, de clases, raciales, considero un poco egoísta creer que la gente no sale adelante simple y sencillamente porque «no le echa ganas». Tenemos este chip de que debemos de trabajar demasiado para poder tener lo mínimo, y ok, para sobrevivir en este sistema tal vez sea un requisito, pero tampoco es la regla ni tampoco es lo normal. No considero normal que yo pueda trabajar cómodamente desde mi casa mientras hay alguien siendo explotada en una fábrica.

Tener una pasión en la vida no es primordial ni la razón por la cual vivimos.

Hace poco sostenía una conversación en donde alguien me preguntó si yo siempre sentía pasión por mi trabajo, lo cierto es que no; sé que tengo muchos días buenos, que tengo muchas herramientas para explotar lo que me gusta hacer, como escribir, pero no siempre me hace feliz. No creo que tener una pasión en la vida sea un fin, no creo que nos defina el ser un artista, una ingeniera, una abogada, una emprendedora, creo que lo que realmente debe encender una chispa en nosotras es el hecho de que estamos haciendo lo que podemos con lo que tenemos y que incluso en esa rutina tan bien definida, existen destellos de enojo, alegría, tristeza, frustración, que nos hacen voltear hacia otro lado e incluso entrar a otras etapas de nuestra vida.

Nos hemos creído el cuento de que todo mundo debe soñar en grande, crear grandes cosas, ser importante, recibir aplausos, dar conferencias y, que todo esto es el verdadero éxito. Ni siquiera las personas que se dedican a lo que aman lo aman todo el tiempo y no todo mundo tiene algo en lo que es particularmente buena; puede suceder que eres extraordinaria en algo, pero no es el camino que decides tomar. El éxito no es todo lo que mencioné, es estar presente.

El tiempo se va deprisa, vuela, muchas veces no podemos estar presentes por las preocupaciones que el mundo exterior nos pone encima, como la ansiedad por el trabajo; vivimos corriendo y no nos damos cuenta que lo más preciado es aquello que exploramos mientras queremos llegar a un punto. En 2020, cuando la pandemia comenzó, no tenía empleo, estaba en un agujero profundo, seguía lidiando con la anorexia, pero justamente el ver a mis amistades perder a gente a causa del COVID, me hizo recapacitar sobre el propósito de la vida… No queda más que ir día con día, paso a paso, poco a poco. Un día estás feliz y al otro la persona que amas, muere; un día lo tienes todo y al otro no tienes ni un centavo; no podemos escapar de esto, lo cierto es que sí podemos cambiar nuestra perspectiva.

La vida no te pide que seas una persona que firma autógrafos, esa es una idea que hemos asumido como propia; no es necesario que sepas quien quieres ser ni hacia donde vas, nadie lo sabe y si lo sabe es una ilusión porque, nadie tiene la vida comprada. Quédate en el aquí.

Puedes cambiar de parecer después de estudiar una carrera.

Así como lo lees. Puedes tener 40 años y descubrir otras cosas que te gustan más que lo que estudiaste 20 años atrás. Es ridículo que toda la vida podemos dedicarnos a las mismas cosas, que no podemos desear el cambio y llegar a experimentarlo de manera satisfactoria, también lo es crees que a los 18 o 19 años tienes todo descifrado como para saber qué quieres por el resto de tu vida, cuando no somos ni siquiera parecidas a quienes éramos hace unos meses.

En alguna ocasión conocí a una mujer en un taller de oratoria que había estudiado 5 años de la carrera de medicina, cuando de pronto descubrió que su verdadera pasión era la psicología, por supuesto, su miedo le impedía decirle a sus padres lo que sucedía, pero lo dijo. Cuando su padre se enteró le dijo: «Prefiero que lo hayas descubierto ahora, a que lo hicieras en medio de la infelicidad 10 años adelante», aquella respuesta me puso a reflexionar: No hay peor tiempo perdido que aquel que dedicamos a cosas que no nos hacen felices en ese momento. Su padre no le pagó la carrera de psicología, pero era tal la convicción que ella tenía, que entró a trabajar para poderla costear. Hasta donde yo sé, ella actualmente es psicóloga clínica.

No vas a terminar haciendo todo lo que te gusta.

En el tour por la Universidad a la que asistí, el hombre que me lo estaba dando mostraba demasiado entusiasmo, era obvio, tenía que lograr que yo convenciera a mis padres de pagar aquello; hablaba de tal forma que logró enamorarme de mi carrera, de las herramientas que ofrecían, de los espacios, de las facilidades, pero también hacía mucho énfasis en que saliendo de esa escuela, estaba garantizado que tuviera trabajo, los contactos correctos y la experiencia necesaria. Me especialicé en cinematografía, terminé en publicidad. No me gusta, pero hago lo mejor que puedo porque a final de cuentas me ha permitido crecer.

Quizá existen muchos casos en donde todo les sale fenomenal y son felices, pero lo que yo he aprendido de acuerdo a lo que veo en las personas con las que estudié es que nadie terminó en donde quería precisamente y si lo han hecho, les ha tomado años y mucho trabajo. No es fácil, no es nada sencillo, pero te aseguro a que puede ser muy divertido. Las adversidades tienen un cierto encanto, tal vez es porque de alguna forma nos enseñan a adaptarnos y nos recuerdan que nacimos para hacerlo.

Vas a perder amistades y es normal.

Tal vez esto sea lo más complicado que vas a vivir en tus años venideros, pero hay razones y cuando no las hay, también las hay y vas a enterarte años después, eso lo aprendí.

No hay gente mala, somos seres humanos que venimos a vivir nuestra vida, a descubrirnos, vamos conociendo a la gente a la par de que nos estamos conociendo a nosotras mismas. Lo más natural es que cuando experimentemos cambios, comience a crearse distancia y que con la distancia venga una despedida, pero no tiene porque ser amargo, veámoslo de la siguiente manera:

Si es gente que te hizo feliz, que estuvo ahí, que te enseñó, que te abrazó en tu peor momento, que te escuchó, que te impulsó, que te tomó en cuenta, que te permitió ser vulnerable sin juzgarte, entonces cumplió su misión, te acompañó, te sostuvo, pero ahora que tú puedes seguir y que esa persona también puede seguir, es momento de dejarse ir. No es que no podamos ir con esas personas al siguiente destino, es que precisamente, no tenemos los mismos boletos, coincidimos en una parada, en un tramo, transbordar no quiere decir que hayamos perdido a las personas que se quedan en el vagón, quiere decir que nos llevamos lo bueno que nos dejaron impregnado en el corazón.

Sí, tal vez no todo vaya a ser miel sobre hojuelas, tal vez algunas cosas acaben mal, algunas cosas hirientes pueden ser dichas, y la única respuesta ante ello es que, cambiamos, nos transformamos, a veces no estamos en el punto más maduro, ni en el más empático, ni más consciente, y no es excusa, pero sí es un argumento lo suficientemente sólido como para tomar le pérdida de una amistad de otra forma. No es personal, es natural.

Lo mejor es lo que no esperas.

¿En qué puedo resumir lo que te conté? En que nada es como no lo cuentan, hacernos de un criterio propio y descubrir un sendero distinto, es en todo caso, lo mejor que nos puede suceder. Romper las reglas, cambiar de rumbo, de parecer, de opinión, es totalmente válido, no podemos permanecer bajo los mismos criterios toda la vida, no podemos sostenernos usando los mismo parámetros siempre. Mirar nuestro alrededor para descubrir que podemos escribir nuestra propia historia sin medirnos bajo la regla de las demás personas, no solamente es liberador, es sano.

Espero que en donde sea que estés puedas ver tu camino y decirte: Estoy haciendo las cosas a partir del deseo, de la dicha, de entender que no tengo porque cumplir expectativas, sino experimentar la vida que se me dio con el fuego que llevo dentro.

Mujereologia

El blog que vino a revolucionar la vida de las mujeres, el guilty pleasure de los hombres.

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