Observar mi vulva a través de un espejo es un ejercicio que hago regularmente, suelo tomar nota de las cosas que veo, hasta hace poco creí no haber visto algo preocupante, o al menos eso creía. Nunca había experimentado inseguridad respecto a mi vulva ni mi vagina, esa zona siempre había permanecido exenta de críticas negativas, pero de pronto me atrapé haciéndole una crítica injustificada: «¿Será que se vería mejor si estuviera rosita?», parecía una pregunta ingenua, pero el trasfondo es muchísimo más complejo de lo que parece o suena.
Hace poco por cuestiones de trabajo di con un tratamiento de blanqueamiento vaginal, el cual es un proceso para retirar la pigmentación oscura en la piel y lograr un color, justamente, rosado. Vayamos por partes: El hecho de creer que las vulvas blanqueadas son estéticas contrario a las oscuras, es una idea racista; segundo, la idea de que nuestras vulvas no cambian y deberían verse como en vídeos porno todo el tiempo, es misógino. Tal vez piensas que estoy siendo muy generación de cristal, pero a mi parecer es importante estar consciente de esto porque son ideas que llevan acomplejando históricamente a las mujeres, además de enriquecer industrias que se sostienen por alimentar las inseguridades de las mujeres y personas con vulva (este término es usado en caso de que alguien que lea este post no se identifique necesariamente como mujer).
¿Por qué es algo racista?
Durante siglos hemos visto cómo el racismo ha moldeado nuestra forma de pensar aunque muchas veces no es evidente. Los estándares de belleza, para empezar, son el ejemplo de esto. Cuando nos colocamos filtros en Instagram o Tik Tok modifican todas nuestras facciones a lo que hegemónicamente se considera estético: Una nariz respingada y delgada, pómulos que resalten, cara delgada, cuerpo en forma de reloj de arena, labios estilizados, pero, no todas las mujeres contamos con esas características; tenemos muchas formas, colores, rasgos que dependen de nuestra ubicación geográfica incluso. Pareciera que lo caucásico entonces, marca una pauta de lo que deberíamos ser y cómo deberíamos vernos, cuando no es así.
Esto tiene su raíz desde lo social y lo que vemos en las calles, hasta la representación que tenemos de cada uno de los perfiles de distintas mujeres. En los 2000, por ejemplo, la delgadez extrema y las mujeres blancas eran consideradas las más bellas del mundo, ¿cómo podríamos considerarnos bellas el resto cuando no veíamos nuestros cuerpos ni colores en ningún lado? Ninguna marca contaba historias desde lo universal, solo lo que algunos diseñadores habían decidido que era lo que había que vender, esa idea de perseguir algo que no somos con tal de pertenecer.
Cuando hablamos de nuestras vulvas no es algo diferente. Yo por ejemplo, la tengo oscura, todo estaba bien con eso, ¿de dónde venía la loca idea de tener que cambiarla para no sentirme incómoda con ella? De justamente ver como, hoy en día, la tecnología ha avanzado para seguir remarcando que, tener vulvas oscuras no es algo estético y lo consideran tan así, que existen clínicas con tratamientos especiales para que gastes tu dinero en cambiar algo que es natural en ti. Por que sí, las vulvas cambian, no siempre permanecen iguales y no por eso debemos de someternos a procedimientos médicos para sentir que debemos pertenecer al grupo de las mujeres con vulvas rosas.
¿Por qué está relacionado con la pornografía?
Bueno, basta con recordar que los varones consumen pornografía, en promedio, desde los 11 años de edad; como sabemos, el contenido que muchas veces se produce no es para nada realista y es violento en diferentes escalas. Una de las formas en las que se replica la violencia es a través de los estándares que ha creado: El de la mujer delgada o muy caderona, con una vulva lampiña, rosada, infantilizando, sobre todo, el cuerpo de las mujeres. Como consecuencia, tenemos a mujeres creyendo que deben replicar esto para poder recibir aprobación masculina, gustar, atraer, cuando en realidad tendríamos que cuestionarnos porque sentimos tal presión.
En diversas ocasiones he escuchado o leído a hombres decir que realmente no les importa el aspecto físico, pero he vivido lo suficiente como para poder determinar que eso es mentira, ¿y por qué prestan atención a eso? Porque desde edades tempranas nos hacen creer que la apariencia deseable de acuerdo a la sociedad es algo que debemos perseguir, no solo nos pasa a las mujeres, también a los hombres, ¿cómo podemos romper con eso? Dejando de creer barbaridades, como que la forma de nuestra vulva es fea si el clítoris está expuesto, si nuestros labios son anchos, si tenemos un color distinto a otras, que el tamaño del pene importa, que nos fijamos en la forma de los testículos; tenemos que deshacernos de ideas que nos separan de reconocernos como seres diversos. Simplemente pregúntate, ¿todas las flores son iguales? No, te apuesto a que si vas al super a elegir una papaya, cada una tendrá un tamaño distinto, manchas distintas, formas distintas, eso aplica con nuestros cuerpos también.
Sí, tu vulva puede cambiar de color a través del tiempo. No, no se va a hacer más aguada por tener más sexo, está diseñada para eso. No, no está mal que tengas una forma distinta a la de otras vulvas, existe una variedad infinita de formas. Creer que debes realizarte una labioplastia o blanqueamiento son ideas que resultan convenientes para quienes las realizan, pero que bajo ningún parámetro es constructivo ni revolucionario para nosotras, cuando siguen perpetuando la explotación de las inseguridades de las mujeres o personas con vulva.
No hay vulvas bonitas y feas, solo hay vulvas.