Antes que nada, ¡feliz 2021! Definitivamente tenía muchos años en la historia que la humanidad no comenzaba un año nuevo con tanta esperanza, queriendo ver luz al final del túnel, creyendo, antes que en cualquier otra cosa, en que tiempos mejores nos aguardan. Si hay algo que me ayudó a sobrevivir el año pasado, fue el intento de curar mi salud mental todos los días; en algunos de esos ejercicios de cuestionamiento y reconocimiento fue que encontré que estaba cansada de mi relación con la comida, de contar calorías, de querer verme de cierta forma, cuando lo cierto es que mi cuerpo está sano, fuerte, y es muy bonito.
Para mí decir que mi cuerpo es bonito implica dos cosas: Reconocer su forma y estar bien con ella, porque por mucho tiempo anhele tener el cuerpo de muchísimas modelos de Instagram. Cuándo me propuse llegar a la raíz de mi problema me di cuenta que sanar el diálogo que tenía alrededor de la comida era algo super importante, y necesario para avanzar en mi vida. Así que, fui al comienzo…
¿Por qué pienso lo que pienso? ¿Por qué hago lo que hago? ¿Por qué la comida me genera conflicto? ¿Por qué el ejercicio me parece horrible? ¿Por qué mi cuerpo me pide comer Cheetos Flaming Hot y, cerveza? Preguntas, preguntas. Cuando me dispuse a responderlas, me di cuenta que aquello venía de la restricción, de un régimen estricto que había seguido en donde con mi baja estatura, había llegado a los 46 kg y bajando. Además de todo aquello, mi lucha incansable con la anorexia, de la cual poca gente sabía hasta hace poco que hablé de ello. Cuando todo está en tu mente, tu cuerpo no puede resolverte ningún problema, en todo caso, sufre las consecuencias.
Leí una frase muy buena que decía: “Si las dietas funcionan, ¿por qué hay tantas?”, resonó en mí porque a lo largo de mi vida he hecho distintas dietas, siempre buscando desesperadamente estar delgada. Sé que hay gente que tiene propósitos específicos por cuestiones de salud, o porque practican algún deporte, pero todas las mujeres que he conocido en mi vida, comenzaron una dieta por presión, no por otra cosa.
Existe una especie de gaslighting por parte de esta industria que es sumamente importante apuntar; primero, construyen inseguridades respecto a todo, que si tu peso, que si tu cara, que si tus brazos, que si tu abdomen; segundo, aparecen como la solución a tus plegarias, vendiendo mil y un soluciones para que te sientas mejor; tercero, manejan un discurso de empoderamiento para hacerte sentir mejor respecto a la decisión que estás tomando entorno a tu cuerpo. Es así como toda responsabilidad sobre efectos colaterales, cae sobre ti, no existe solución porque lo cierto es que ninguna dieta, ni cirugía está diseñada para hacerte sentir mejor, sino para querer más y más, es un círculo vicioso del cual cuesta mucho trabajo salir. No es que les importe tu bienestar, sino que buscan una justificación como el tema de la salud, para no trabajar con sus prejuicios gordofóbicos.
Recuerdo que mientras crecía veía a mi tía hacer todo tipo de rituales para poder bajar de peso, reducir su cintura, sus brazos, cosas locas como envolverse en plástico después de untarse una pomada por todo el cuerpo. No se veía divertido, ni tampoco lo era, en dado caso era realmente doloroso porque entre tantos recuerdos aún tengo el sonido de ella vomitando en el baño. Esta gran industria que mes con mes salía con un nuevo producto a decir que era increíble, fabuloso, punto y aparte, genera odio hacia una misma, para no apuntar a ellos, sino a tu incapacidad de poder dialogar contigo, y llegar a la conclusión que le restaría millones a sus cuentas: Ningún cuerpo se parece a lo que vemos en redes, ni revistas, ni en videos musicales. Hay cuerpos con diferentes formas, y ninguna es mejor que otra.
En la universidad tenía una amiga realmente delgada, era como la rama de un árbol, pero tenía hábitos horribles de alimentación: Comía chatarra, tomaba refresco, rara vez consumía verduras o frutas, no tomaba agua. A ella nadie le decía nada sobre su cuerpo, sobre cómo las decisiones que tomaba a diario podrían afectarle, tal y como suelen apuntar a personas gordas, o regordetas, ¿por qué? Por el simple hecho de ser delgada. Con esto me quedó más que claro que realmente lo que conduce nuestros juicios es en sí, la gordofobia. No importa si batallas con la bulimia, o la anorexia, si eres delgada, eres aplaudida, y eso tiene que parar. La salud existe en todos los cuerpos, sean como sean, estén como estén.
Cuando comencé a seguir a Victoria muchas paredes se derrumbaron y pude ver más allá de lo que tenía enfrente. Me di cuenta que existían profesionales de la nutrición que realmente creen que la comida no debe terminar con un sentimiento de culpa, sino de plenitud, esa alegría que viene de disfrutar lo que tenemos en nuestro plato. Lamentablemente no todas las personas que se dedican a la nutrición tienen, en primera, la disposición de reconocer sus pensamientos gordofóbicos, y en segunda, la capacidad de entender otras realidades y trabajar individualmente con cada persona que toca a su puerta. Tengo una conocida nutricionista que constantemente comparte memes con frases hirientes como “Odio estar gorda”, “Trago como marrano”, “Que horror las personas que no se cuidan”, es más que evidente que no toda persona que estudia nutrición es buena, ni la correcta. Entiendo, crecimos en una sociedad que nos ha dicho irrepetibles veces que ser gorda no es bueno porque normalizar la obesidad es espantoso, sin embargo, no tenemos a la gente cuestionando a los cuerpos delgados o extremadamente delgados.
En la pandemia puedo decir que aprendí a volver a disfrutar la comida, a escuchar a mi cuerpo, y también a hacer ejercicio que disfruto. Cuando me preguntan cómo le hago para sentirme más en paz conmigo y mi cuerpo respondo:
- Detecto el origen de mis pensamientos.
- Dejo de seguir cuentas que fomenten la pérdida de peso.
- Recuerdo que mis inseguridades alimentan industrias millonarias.
- Los cuerpos son diversos, no soy la única que tiene un cuerpo cuadrado.
- Muevo mi cuerpo al ritmo y tiempo que me lo pide, en mi caso, bailando, porque me siento muy feliz después.
- Hidrato mi cuerpo.
- Pienso en si lo que hago es por presión o por genuina preocupación.
Para mí, dejar de estar en la cultura de las dietas no es que no quiera seguir comiendo verduras, frutas, o alimentos de origen natural, sino que quiero hacer las cosas desde la comprensión y diálogos que he entablado con mi cuerpo. Un ejemplo básico es que, si mi cuerpo tiene hambre, no voy a mantenerlo así durante horas; tampoco voy a dejar de comer postres; tampoco voy a contar calorías; no voy a permitir que factores externos deterioren mi salud mental solo para declararle la guerra a mi cuerpo. Elijo hacer lo que me gusta, cuando me gusta, cómo me gusta, y por supuesto, trabajar mis problemas desde adentro. Muchas veces la relación que tenemos con la comida tiene un trasfondo psicológico que hay que trabajar.
Esta soy yo diciendo: No quiero que el mundo me siga dictando lo que debo de creer, sino que elijo escucharme para poder entenderme mejor, incluyendo a mi cuerpo. Elijo ser anti sistema y, encontrar paz en mí, no crearme enemistad con lo que me mantiene a flote, mi cuerpo.
Texto de Arte Jiménez
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