Las mentiras que crecimos creyendo sobre el sexo.

Una mañana, como cualquier otra, llegué a la escuela, en ese entonces ya cursaba la preparatoria. Estaba justo en esa edad en todo es novedad, incluidas las experiencias sexuales, las cuales quieres probar, pero en países, ciudades, entornos como el mío existe una limitante basada en la culpa y en la estructura social, lo cual hacía que el hablar sobre sexo, se convirtiera en secreto de Estado. En fin, una amiga me contó que había tenido su primera vez y, yo solo quería hacer preguntas.

Al recordar aquella conversación, me doy cuenta de lo mal informadas que realmente estábamos, de la importancia y del alto impacto que tiene una buena educación sexual, su poder es realmente infravalorado en países como México. Somos una sociedad llena de contradicciones, y eso no es malo cuando aprendemos a respetar la individualidad, el problema es cuando afectamos a terceros. Por ejemplo, México es un país religioso, todo mundo lo sabe, están en contra del aborto (una parte considerable de su población), pero cuando se les plantea a las escuelas llevarles talleres de educación sexual, se espantan y arman sus hashtags como #ConMisHijosNoTeMetas, pensando que esto implica enseñarles a fornicar. Error.

El sexo no es ningún pecado, es parte de nosotros como seres vivientes. En realidad el sexo es mucho más que el acto de penetración, tiene muchas formas de manifestarse, de encontrarnos. Cuando era mucho más chica me tocó escuchar de todo, en todos lados, desde la cigüeña, la semilla mágica, en aquel entonces resultaba un poco gracioso, pero cuando creces te das cuenta de que mentir en temas así, no es más que una gran piedra en el camino que propicia el primer tropezón. El sexo no debería causarnos vergüenza al hablar sobre ello, al contrario, entre más apertura, mejor es la información que podemos obtener.

Ahora, cuando digo que el sexo no es solo penetración, es porque hay distintas maneras de experimentarlo. En alguna ocasión el tema de masturbación salió a colación en una conversación con amigos de la secundaria, todos ellos ya lo habían hecho y era algo que se sabía que naturalmente hacían los varones, pero ¿Y la mujer? Nada, era y es todavía mal visto que ellas tengan la libertad de explorar su cuerpo, y déjenme decirles algo, tal vez es por miedo a que todas descubran que no es necesario un pene para poder explotar de placer. Sí, existen miles de juguetes sexuales, pero basta con observarnos, tocarnos, y poner atención a la reacción que tenemos ante diferentes estímulos.

Algo que me marcó muchísimo fue cuando descubrí que a lo largo de mi vida, realmente pocas mujeres sabían la diferencia entre la vagina y la uretra, por una desalojas la menstruación, y por otra orinas, por ejemplo. En términos como clítoris, es algo mucho más complejo cuando tomas en cuenta que apenas este año, si 2020, la mutilación genital femenina en Sudán apenas fue prohibida. El cuerpo de la mujer es algo incomprendido, o más bien, comprendido pero para conveniencia de otros, aquí le diré patriarcado. Porque mientras sea para reproducir, está bien, mientras sea para su consumo, está bien, sean las circunstancias que sean, pero si es para explorarse, te vuelves la loca promiscua.

La finalidad de tener relaciones sexuales en muchas culturas y/o religiones, es con la finalidad de procrear. Cuando vi la serie «Poco Ortodoxa» la cual está basada en la comunidad judía ortodoxa de Satmar, y vi lo limitada que es la información sobre sexualidad y la comprensión de la misma, me quería dar algo porque es una realidad en muchos rincones del planeta. La relación sexual se construye, y sí, también es para tener momentos de pasión y descubrimiento. ¿Que por qué se construye? Pues porque para llegar a la cima, hay que escalar de nivel primero. El sexo incluye el diálogo, la exploración, el descubrimiento, lo cual puede comenzar desde lo básico como la respuesta positiva hacia ciertos estímulos como caricias, texturas, olores.

La masturbación, por ejemplo, es parte de este ejercicio. ¿Por qué es importante? Porque con él podemos caer en cuenta de lo que nos gusta, de nuestras zona erógenas, ritmo, intensidad, hasta estímulos mentales como fantasías las cuales se vuelven un ejercicio mental. Aunque es una práctica mal vista ante los ojos de muchas personas, no tiene nada de malo, después de todo, ¿Qué podría ser malo de conocer tu propio cuerpo? Conocernos es un acto de amor propio, es decidir romper con tabúes que solo existen para limitar la expresión humana.

Para mí, una de las peores mentiras sobre el sexo, es el mito de la virginidad. No nos hemos dado cuenta de cuánto afecta esto a nuestro género, no solo porque es una manera de manipular y castigar a las mujeres con culpa, sino porque se convirtió en una manera de colocarnos más o menos valor, obstruyendo el paso hacia la liberación sexual, esa en donde reconocemos que también tenemos ganas de conocer nuestra parte más humana. La virginidad es otra manera de etiquetarnos a las mujeres como «dignas», «inmorales», cuando este ejercicio no se practica igual sobre los hombres; mientras ellos son celebrados por tener aventuras, las mujeres sufrimos con la doble moral de la sociedad que ha interiorizado su misoginia y machismo, en este, y otros temas.

Cuándo, cómo, dónde, y con quien decidas tener tu primera sexual debe regirse por dos principios básicos: El respeto, y el consentimiento, eso es todo. Por respeto es importante mencionar la ausencia de toda presión, amenaza, o manipulación; por el lado del consentimiento, es bastante claro, tener relaciones sexuales solo debe ocurrir cuando expresas abiertamente, en tus 5 sentidos, «SÍ QUIERO HACERLO CONTIGO», de otro modo, es violación. Pero perder la virginidad no te hace una puta, ni zorra, ni fácil, te hace un ser humano común y corriente que tiene su sexualidad, y quiere explorarla. La virginidad tampoco debería ser una corona para hacer merecedora de más respeto y amor a una mujer, es solo una característica física la cual puede cambiar no necesariamente por un pene.

El himen se puede romper andando en bici, haciendo deporte, gimnasia, bailando, también hay mujeres que no nacen con él. La primera vez no siempre duele, no siempre se sangra, y hablando del sangrado de la primera vez, ¿Sabías que hay culturas de Oriente en donde las sábanas deben ser blancas para que la mujer las manche en su primer encuentro sexual con su esposo, y así demostrarle a toda la familia que era «pura»? Es una locura, nadie tendría porque pasar por eso, cuando se trata de algo íntimo.

En conclusión, muchas mujeres crecimos desconociendo, en otros casos temiendo, hacia nuestra sexualidad, hacia ese poder que emana nuestro propio cuerpo. No nos dimos cuenta que la culpa y las ideologías buscaban hacernos sumisas, cumpliendo siempre con funciones que los hombres establecieron como exclusivas de nuestro género, y convenientemente, una de esas cosas, fue nuestro cuerpo, el cual no solo les ha bastado para usar a su gusto, sino ejerciendo poder sobre él. Y bien, qué liberador entender que cada cuerpo es de una sola persona, y que cada persona decide sobre él, nadie más.

Texto de Arte Jiménez

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Mujereologia

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