Nunca lo hubiera planeado así de perfecto, pero elegí el lugar ideal, en el momento indicado para encontrarme con ellos; pude haber nacido en otro país, en otro continente, y ahora que analizo la cantidad impresionante de posibilidades, es que sé que soy realmente afortunada, estoy donde tengo que estar con quienes tengo que estar… Quienes supieron ver a través de mí, quienes se acercaron y tocaron lo más profundo de mi alma.

Estoy en el momento preciso, en el lugar exacto, y eso nada lo supera, porque pocos tenemos la ventaja de poder elegir a una segunda familia; la que te acepta con tus altibajos, la que toca a tu puerta con un chocolate en un día malo, la que te compra comida, la que te abraza cuando te derrumbas e impide que te caigas a pedazos.

Sé que el mundo va a darnos tantas vueltas que en ocasiones vamos a estar mareados, hartos de todo, experimentando cambios, alejándonos, pero yo solo sé que jamás quiero alejarme lo suficiente como para no saber cómo están todos. Y aunque pasen los años, que de vez en cuando surja con cualquier pretexto absurdo, una razón para reencontrarnos y contarnos todo, recordar aquellas noches llenas de miedo, en las que pensábamos que jamás sobreviviríamos, solo para darnos cuenta que la tormenta nos golpeó fuerte, pero con la compañía perfecta, hasta el momento más amargo, puede convertirse en otra anécdota para cuando tengamos hijos.

A mis hijos les contaría sobre aquellas huidas en las noches a las fiestas y bares, aquellos lugares los cuales me enseñaron que cualquiera es mal bailarín si no toma un poco de tequila. Quiero hablarles sobre aquellas tardes de café y pláticas sobre el futuro, sobre el amor, las esperanzas, los sueños, y de aquella sensación de alivio al saber que sin importar lo que los demás digan, mis amigos siempre estuvieron ahí sin fallar.

También quiero decirles lo que es una amistad de verdad: es aquella que te ve sobria, borracha, angustiada, con el corazón roto, enamorada, destruida, reconstruida, y en todas tus presentaciones, no deja de impulsarte, no deja de amarte, de querer verte triunfar.

Cuando logre las grandes cosas que deseo, quiero que ellos estén ahí; quiero verlos en cada momento y quiero estar en cada instante importante, y si están lejos, voy a insistir en hacer una video llamada. Quiero verlos convertirse en lo que tanto sueñan, quiero verlos felices, y amándose a ellos mismos antes de volver a entregar su corazón a alguien más. Y de algún modo quiero conservar todos estos recuerdos de cuando fuimos jóvenes infalibles a prueba de todo. No quiero que nos olvidemos, quiero que con el pasar de los años recopilemos cada vez mejores historias y anécdotas.

Por ahora no me queda más que agradecer cada minuto, cada instante que he vivido a su lado, porque cada uno de ellos me ha regalado cinco minutos más de vida; son ustedes quienes creyeron en mí cuando nadie más lo hizo, quienes me escucharon cuando nadie más lo hizo, quienes se quedaron para que en la vida yo jamás volviera a pasar frío. Y si la vida nos unió, que nada nos desuna.

Con todo mi cariño a mi segunda familia.

Texto por Arte Jiménez

Fotos por Dévora Lizet (Visiten su Instagram)