Tenía ganas de quedarme, de enseñarte las cosas que perdiste de vista por no querer perderla a ella, quise mostrarte que el amor no es una ecuación, el amor es la respuesta. Pero, ¿a quién engaño? No soy la clase de niña a la que quieres como algo más que una amiga, eso he sido… una simple amiga.

Y aquí estoy, viéndote quererla a ella, bajándole las estrellas, aferrándote a la idea de que ella es perfecta, que ella es el amor de tu vida. Aquí estoy, escuchando como discuten por milésima vez, y percibo que no quieres quedarte con ella, pero tienes miedo a arriesgarte, a alejarte de la costumbre, y puedas, aunque sea vivir un poco tu vida.

Piensas que, si no es ella, nadie te querrá, y la gran noticia es que yo te quiero, pero, ¿a quién le importa? Solo soy el hombro en el que apoyas la cabeza cada vez que algo malo pasa. Y mientras me cuentas tus problemas con ella, no puedo evitar pensar en lo estúpidos que somos, convirtiéndonos dependientes de la persona incorrecta que nosotros mismos visualizamos como ideal.

Y si alguien sabe de sabores amargos soy yo, viéndote con ella, a pesar de su pésimo sentido del humor, de sus majaderías y mal gusto para vestir; le das todo lo posible y lo imposible también, mientras que yo, que nunca he exigido mucho, me conformo con tu amistad, con tus consejos, y cada momento breve de tu atención. Aquí estoy, y comienzo a cansarme de estarlo.

Tal vez sea el modo en que entiendes mi locura, mi filosofía de vida, tal vez sea que nunca me has juzgado, tal vez sea que la comunicación contigo es sencilla, fluye, no se detiene. Y quiero que lo sepas, me fascina tu sonrisa; me encanta como a pesar de tener un mal día, eliges reírte de tus propios chistes. Y por si nadie te lo ha dicho, tienes la mirada más adictiva que haya en el planeta, ojos marrones, pestañas largas, profundidad. Tus manos, tu cabello, ¡todo! Y lo más peligroso… Lo que llevas guardado debajo de esa envoltura, tu corazón.

Así que perdón si no puedo seguir fingiendo, si hoy decido marcharme en silencio y no dejar huella, yo te quiero, y por mucho que intente, eso no va a cambiar, pero, ¿a quién le importa? Únicamente soy quien te acompaña cuando te sientes solo, soy quien te hace sentir especial cuando ni tú mismo crees merecer algo mejor, soy quien te recuerda que lo tienes todo, ¿a quién le importa? Al final ella se lleva a casa lo que más quiero, a ti; y yo me veo obligada a sonreír y aplaudir, y fingir que nada pasó, cuando ambos sabemos que sí pasó, y te gustó, no me digas que no.

Porque no solo fue estar ahí para ti, hacer el papel de la amiga incondicional, sentiste algo, y es una lástima que sigas corriendo a tus viejas costumbres, a tu amor mediocre, a tu amor incompleto, y digo incompleto porque si realmente estuviera completo, no hubieras pensado jamás en incluirme en tu vida. Pero adelante, elige quedarte en el mismo lugar, en tu zona de confort, elígela a ella. Quédate con ella, y yo me quedo con las ganas de quererte y se las regalo a alguien más.

Éste es un adiós…

Pero antes dímelo, dime que no sientes nada, que lo que pasó entre nosotros no significó nada, que fue una aventura, que era despecho, dime que no piensas en mí nunca, que no te gusto, que solo soy un pequeño tropiezo. Dime que no has pensado en mí ni siquiera una vez, niega haberte sentido bien conmigo, niega haberme besado, niégalo todo. Dime que no tengo importancia, que nunca pensaste en hacer de mí, algo más que tu amiga. Dime que beso pésimo, que estoy horrenda, que no tenemos oportunidad alguna de ser felices juntos. Dime que no me quieres. Dímelo una y otra vez, repítelo estando a solas, hazlo diario, a cada hora, a cada minuto, hazlo… hasta que te lo creas.

Texto de Arte Jiménez