Mi verdadero glow up fue aprender a respetarme.

El año pasado existieron distintos trends en redes sobre los cambios que la gente ha tenido a lo largo de los años; de la adolescente con gusto de moda cuestionable, a una mujer con estilo único; de una niña cachetona, a una mujer con mandíbula definida; de una niña con lentes, a una mujer que gracias a su operación ya puede lucir sus ojos. No suelo seguir estos trends porque considero, sobre todo, que para gente que atraviesa una lucha en contra de trastornos de conducta alimentaria, puede ser un detonante, pero el año pasado me complació poder publicar un vídeo en donde los cambios son evidentes: Además de que me percibo con muchísima más seguridad, es uno en donde he ganado la batalla y la anorexia no lleva más la narrativa que tengo sobre mi cuerpo y he ganado peso, pero después de pensarlo un poco más, creo que me ha incomodado.

Considero que es un poco injusto compararnos con quienes éramos en el pasado olvidando todas las luchas que tuvimos para poder alcanzar el punto en el que estamos ahora, pero sobre todo, olvidando que no teníamos ni el mismo conocimiento ni las mismas herramientas que tenemos hoy en día. Claro, también creo que la transformación es poderosa, pero también la memoria sobre quienes éramos y el dolor que llevábamos bien adentro.

Esa niña que no cumplía con los estándares de belleza impuestos y que se obligó a dejar de comer, no era más que una pequeña que creía que tenía que cumplir con muchas expectativas, entre ellas, ser del agrado de los niños que la rodeaban, pero ni ellos ni yo nos debíamos nada. Si vamos a la raíz de este problema tan grave, es por supuesto, la socialización que tenemos, lo que observamos y como esponjas absorbemos, además de que claro, mi generación todavía no prestaba mucha atención a la salud mental durante la infancia. Nuestro entorno define quienes somos, lo que pensamos y la manera en la actuamos, entonces, ¿cómo podemos juzgarnos cuando había decisiones ya tomadas sobre nuestros cuerpos antes de que naciéramos? Como por ejemplo, el poner en cajones a la gente de acuerdo a su apariencia, etiquetándoles de «bonito o feo».

¿Por qué respetarnos es muchísimo más importante que amarnos? Así como en todas las relaciones que tenemos, uno de los ejes más importantes es el respeto, ¿por qué? No es negociable, es un valor al que respondemos para poder vivir en sociedad. Generalmente no nos enseñan esto en nuestra infancia, conforme crecemos se nos llena de exigencias, expectativas, e ideas antes del respeto propio. A saber poner límites, a decir que no cuando no deseamos hacer algo, a buscar validación en los cumplidos de la gente, priorizamos nuestro entorno, en vez de saber ver hacia nuestro interior y saber reconocer si estamos partiendo desde el deseo, entusiasmo, y sobre todo, poner el auto reconocimiento encima del externo. Cargamos con todo eso por años hasta que, de pronto, en la vida adulta, nos sentimos poco capaces, poco inteligentes, poco talentosas y pensamos que es un efecto de la edad, pero no, vivimos en un mundo programado para hacer crecer inseguridades.

Respetarnos nos exige meditar las palabras con las que nos hablamos, los hábitos que elegimos, las decisiones que vamos a tomar; respetar significa no cruzar la línea con nosotras mismas, eso también incluye aceptar nuestras propias metidas de pata. No importan las circunstancias, el respeto se da, sin él no se puede continuar viviendo en orden. El amor se me hace importante, claro, no digo que no debamos amarnos, lo que intento decir es que a comparación del respeto, muchas veces decimos amarnos pero no nos detenemos antes de cometer una falta en nuestra contra.

Cuando cambiamos nuestro diálogo interno desde el respeto, se puede escuchar o leer así:

«Ok, estoy odiando mi cuerpo, ¿de dónde viene esto? ¿qué lo detonó? ¿qué puedo hacer para modificarlo?», en vez de insultarnos, criticarnos o atacarnos. Respetarnos es conocernos en nuestros momentos malos y en los buenos y aún así elegir lo que nos dé, por encima de todo, paz mental. En mi caso las mejoras a partir de esos cambios han sido realmente mejores de lo que pensaba… Pude usar un bikini por primera vez en años, he dejado de sumarlo un valor moral a la comida, me permito hacer actividad física desde la diversión y el goce, puedo trabajar mejor mis inseguridades, las actitudes y/o pensamientos compensatorios han disminuido drásticamente y, más que cualquier otra cosa, valoro quien soy no desde la validación externa, sino de la que he aprendido a darme desde el respeto y desde ese punto surgen aportaciones mucho más valiosas, como la admiración, no solo por ser buena en lo que hago, sino desde mi forma de amar, mi humor, mi amistad.

A diferencia de otros años realmente siento que no debo estar en control de todo, mucho menos de lo que como o no, de lo que hago o no, siento que al yo verme desde esta perspectiva, me he permitido hacerlo, justamente, porque me respeto lo suficiente como para dejar de castigarme por las cosas que hago mal. El respeto me ha hecho verme más humana, reconocer que nací para ser vulnerable, sensible y que eso no tiene nada de malo, al contrario, es un gran regalo. También he aprendido a dibujar una línea con personas que me hacen sentir mal, que drenan mi energía o consumen mi tiempo sin tener una aportación que me haga crecer o sentir mejor. El respeto tiene mucho que ver con saber mejorar nuestro entorno también.

Conclusión: Debemos aprender a darnos el respeto que le damos a otras personas, si somos amables y compasivas con quienes nos rodean, ¿por qué no habríamos de serlo con nosotras mismas? ¿Por qué no habríamos de darnos nuestro lugar? ¿Por qué no habríamos de tenernos paciencia? Para crecer y florecer necesitamos regarnos, nutrirnos, contemplar y celebrar cada paso que damos por pequeño que sea, y así, al final, podemos convertirnos en todo aquello que habíamos querido… Mujeres plenas que se eligen, se cuidan y procuran, antes de destruirse.

Mujereologia

El blog que vino a revolucionar la vida de las mujeres, el guilty pleasure de los hombres.

Deja un comentario