Este año aprendí a enfrentar cosas que temía, hasta ahora, sobreviví.

Me siento en la sala de TV, siento que voy a vomitar, hay ocasiones en las que esperar un mensaje puede provocar eso, taquicardia, sudor en las manos, entre otras cosas. Sé que no hay vuelta atrás, tengo que decir lo que no he podido decir en años e ido arrastrando. Ese momento lo he vivido más veces de las que hubiera deseado este año. Pero sé que aprender a enfrentar las consecuencias de no lidiar con situaciones en su debido momento, es solo lo justo; muchas veces me he dicho a mí misma que las cosas pueden cambiar, mejorar, que todas las piezas hallarán su lugar, pero lo que sucede mientras dejas todo eso flotando en el aire, las personas creen que todo está bien y cuando reúnes el valor de hablar, resulta una sorpresa agridulce.

Debo admitir que he sido muy inmadura muchas veces, pero, ¿cómo podría aprender a ver las cosas de distinta forma si no atravesaba por todo eso?, esa es una pregunta que me hago constantemente en un intento bastante fallido de hacerme sentir mejor por las malas decisiones, por no ser la más asertiva, la más controlada, la más racional. La versión ideal de mí es una que sabe manejar situaciones como poner límites, sabe decir «hasta aquí», sabe su lugar, sabe expresar su incomodidad, sabe valorar su trabajo, todavía no soy esa persona pero si algo aprendí es que para llegar a ese punto, tengo que empezar a actuar como tal, es mi deber dejar atrás las conductas que me impiden avanzar; resulta ser que decir lo que pienso o siento en forma y en tiempo oportunos es esencial.

No dejes pasar el tiempo entre un conflicto y otro.

En diferentes ocasiones yo quise convencerme de que, como te decía, todo cambiaría y que todo estaría bien, pero lo cierto es que conforme pasaba el tiempo fui juntando una serie de situaciones que me molestaban y no expresé. Por lo tanto, cuando todo explotó en mi cara, era demasiado tarde, tenía el tanque emocional al tope, desbordándose, y lo que sucede en esos momentos es que se dicen cosas o se toman decisiones drásticas que, aunque puede ser por el bien común, tampoco es tu idea de resolución adecuada. En cambio, si te comunicas constantemente y de manera asertiva no llevas ningún peso encima, ni arrepentimiento, ni enojo, permites que las demás personas reflexionen y tengan tiempo de reflexión.

No temas decir lo que sientes por miedo a la confrontación.

Es inevitable. La confrontación muchas veces es el único recurso que nos permite resolver algo y está bien tener varias de ellas. Muchas veces la palabra «confrontación» es puesta como algo negativo, pero para mí puede ser algo positivo, es un espacio en donde no hay más demoras entre las palabras. Además de que permite el enfrentarnos a nosotras mismas con todo y nuestras debilidades, áreas de oportunidad y fortalezas. Y de todas formas, si temes que la confrontación sea demasiado dura, entonces, volvemos al punto anterior, no demores en decir lo que te hace sentir mal.

El control sobre los daños muchas veces será ver todo arder.

Ok, supongamos que dices lo que piensas y que todo explota a tal punto que nunca nada es igual que antes. Todo queda atrapado entre las llamas de fuego y eventualmente se hará cenizas, ¿lo puedes detener? No, solo puedes observar. Muchas veces he tenido conversaciones sobre cómo no tenemos control sobre nada en absoluto, ni siquiera en cómo reaccione la gente, solo podemos responsabilizarnos de lo que decimos y de qué manera. Ten la seguridad de que las cenizas se desvanecen y la claridad vuelve siempre para poder construir otras cosas mejores.

Las palabras no se las lleva el viento.

No, lo que dices sí impacta a la gente y tenemos que ser conscientes de ello. Algo que he aprendido es que, justamente no tengo control sobre las reacciones de la gente, pero sí sobre lo que digo. Sé que muchas veces es imposible, que podemos estar pasando un mal momento, que el enojo puede ser mucho, pero aprender a digerir nuestras emociones para así externar nuestras palabras de la mejor forma, sin el calor de la molestia, es importantísimo. No considero haber sido la mejor en este rubro toda mi vida, pero sin duda lo sigo trabajando.

Los límites son necesarios para todo mundo.

¿Alguna vez te pasó que querías decir algo como «no me gusta esto», pero simplemente temías lo que la persona te dijera? ¡Sorpresa! La persona más afectada al no decir cosas como estas, eres tú. Los límites nos permiten sentir paz, comodidad y seguridad de quienes somos, lo cual es sumamente importante para nuestra salud mental. Si no construimos estos espacios, entonces lo más seguro es que eventualmente lancemos el mensaje de que estamos ok con cosas que realmente no nos gustan, aceptando condiciones o términos que no son de nuestro agrado. Volvemos a lo mismo, es mejor la confrontación a dejar que pase el tiempo y todo explote peor, porque aunque creas que no lo hará, todo explota. Házlo por ti y tu bien individual. Mantén tus límites claros.

Las cosas no van a salir como esperabas.

Una de las cosas con las cuales más he batallado este año son las expectativas. Se espera mucho de nosotras en una relación, en un trabajo, en la familia, pero, ¿y qué somos y hacia dónde vamos en realidad? Muchas veces vas a creer que encontraste el camino o que lo que más querías era lo único que querías, cuando de pronto aprendes que aunque parecía estar todo en orden, solo se trataba de la superficie. Escombrar tus sentimientos, pensamientos, deseos, sueños verdaderos muchas veces pueden romper con el guion que habías armado en tu cabeza de tu vida perfecta. Esto pasa para que aprendas que, no importa que tanto creas en algo, las cosas pueden cambiar y convertirse en otra cosa, incluso tú misma y tus ideas.

Todo mundo recibimos nuestras dosis de realidad siempre, muchas veces son unas muy dolorosas, pero si algo quiero llevarme conmigo al año nuevo, es justamente esta lista de cosas para recordarme que me debo más lealtad a mí, que no debo dejar pasar cosas que no se sienten bien, que es necesario tener conversaciones tristes o incómodas en donde rompamos o nos rompan el corazón. Estoy aprendiendo a ser una mujer adulta cuyo mundo giró demasiado rápido como para poder tomar mejores decisiones, en vista de que lo pasado es pasado, el presente me parece el mejor lugar para construir el futuro que deseo, uno en donde no posponga lo inevitable, abrace lo abrumador que puede ser crecer, sentir, dejar, retomar, corregir, desaprender, y sobre todo, en donde sienta más paz conmigo misma.

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