No soy el Grinch ni quiero sonar como él, aunque creo que a veces tenemos muchas cosas en común, como cuando a partir de las 6 de la tarde no quiero hacer planes con otras personas, sino quedarme calientita viendo películas, series, o escuchando música en mi casa – esto desde antes de la pandemia -, hoy puedo decir abiertamente que estos meses de pandemia me han hecho extrañar las pocas, pero alocadas veces que llegué a salir a tirar fiesta, sin ninguna restricción, rodeada de gente extraña. Pero por otro lado, los giros inesperados de la vida también me han llevado a sentirme un poco, ¿apagada? Sí, creo que esa es la palabra.
No estoy diciendo que todo sea malo, la comida sigue siendo deliciosa, pero creo que al ver como este año nos ha arrebatado tantas cosas, entre ellas, el tiempo con nuestros seres queridos, siento una especie de nostalgia diferente, una mucho más profunda. Me da un poco de risa recordar cuando empezaba el año y yo decía: «Wow, este 2020 suena a algo prometedor», y debí haber sabido mejor desde el momento en que Wuhan comenzó a aparecer en las noticias, como si fuera un sitio super lejano, cuando en realidad siempre estamos más cerca de lo que pensamos. Terminó siendo un año de mierda emocionalmente hablando; siempre me gusta ver lo bueno en todo, es la primera vez en mi vida que me estoy permitiendo sentir todo aquello que hemos catalogado como negativo… La tristeza, la melancolía, el vacío.
Nunca pensé que en este año perdería a alguien, que experimentaría por primera vez el duelo de una persona a la cual amaba, y que ahora que veo hacia atrás, tuvo toda la influencia en mi familia para que yo sea una mujer que lucha por lo justo. No hace mucho se fue, y aunque sé que está mucho mejor allá, en la Tierra de lo eterno, como seres humanos, mi familia y yo nos quedamos con las primeras veces de todo sin ella, y eso vuelve todo un poco agridulce. Lo hace sentir un poco insípido. Pero no solo es eso, sino pensar en todo lo que en realidad ha implicado este año en las vidas de miles de personas, miles pasarán su primera Navidad con un asiento vacío. Una de mis amigas, sin su hermana, otro de mis amigos, sin su papá, y así sucesivamente. ¿Lo más duro? Que esto aun no acaba.
Créeme, siempre he sido una persona que se aferra a la esperanza como a nada en su vida, pero cuesta mucho, muchísimo ver cómo todo se vino abajo poco a poco. Pienso diario en las personas que están en los servicios médicos, en el personal de limpieza, en quienes perdieron trabajo, en quienes vieron su negocio caerse en pedazos, quienes han perdido a alguien, quienes no han podido abrazar a su familia, y duele. Podemos no tener todo en común, pero algo que nos une sin más, es el dolor colectivo.
No, no siento la magia de la misma forma que hace un año, hoy reconozco la vulnerabilidad, fugacidad, y fragilidad que tiene la vida como nunca, lo cual me hace sentir un pedazo de nada, pero a la vez querer vivirlo y sentirlo todo. Es irónico, pero el mismo dolor, me ha hecho amar la vida, porque sí, tenemos mucho que perder, y si te pasa igual, es porque tienes todo lo valioso que se puede tener. Todas las noches y por las mañanas he creado el hábito de dar las gracias: «¡Gracias, gracias, porque mi familia y mis seres amados tienen salud! No libramos del todo a la muerte, pero aquí estamos, de pies firmes», y de pronto comencé a sentirme más presente, a prestar atención a las pequeñas cosas, a deshacerme del rencor, amargura, o cosas que me hicieron sentir que no valía nada.
Está bien si no es la mejor época del año para ti, te entiendo. No todo tiene que ser luces, chocolates, regalos, amor, color rojo, tapiz de renos, música, también puede ser un momento en donde solo tengamos que mirar enfrente y reconocer que, aunque no todo es como lo queríamos, es como debería ser. No tengo idea de porque una pandemia sucedió, podría ponerme conspiranoica, o abrir la Biblia en el Apocalipsis, y aun así, en mi sentir tan humano, nada cambiaría, porque lo cierto es que el presente es el único presente que necesito, y que abrazo. Creo que lo que intento decir es que, la Navidad no tiene que ser la época más feliz, sino que tenemos que aprender del 2020, y dejar de posponer hacer algo que nos encanta para hacerlo «en una ocasión especial», ya estás con vida, eso es especial. No hay que dejar para luego el amor que podemos dar.
Y si te sientes triste como yo, siéntelo, no limites a tu corazón, pero no des por sentado lo que sí está bien en tu vida. Es como decir: «Me duele horrible la ausencia de alguien, pero en su honor, voy a darme una cápsula de amor propio, levantándome aunque sea para tender la cama», y de poco en poco supongo, el dolor se vuelve parte de una, y aunque nunca dejas de extrañar a alguien, yo sí pienso que el amor se transforma, las personas siguen aquí, y solo están a un monólogo de distancia. ¿Quién lo diría? La magia de la Navidad es, tal vez, vivir todo el año nuevo como si fuera ese día en donde dar, amar, y perdonar, tuviera que ser la regla.
Texto de Arte Jiménez
Sígueme en Instagram @artejimenez