Hay algo que creo y quiero compartir: Eso de tener la agenda completamente ocupada son patrañas que nacieron del capitalismo, es decir, somos lo que generamos, y si no estamos al tope de ocupaciones, no estamos generando nada, lo cual, en este sistema es rechazado rotundamente. Entonces, basamos nuestro valor en lo que hacemos y no hacemos, como si tomar un descanso fuera equivalente a perder centavos de la cuenta bancaria, o fuera a provocar un desplome en nuestra economía, y cada vez existen líneas más delgadas que delimitan lo que es productividad, y lo que nos está arrebatando la paz, salud, y felicidad.
Hace poco escuché a alguien decir que no padecía de Síndrome de la impostora porque todo el tiempo se la pasaba haciendo tal o cual cosa, y me pareció una manera interesante de ver lo interiorizado que tenemos este problema. Efectivamente, creemos que ser el mejor, la más destacada, o la más exitosa es equivalente a cuantas horas dedicamos al día a nuestras ocupaciones. No quiero decir que es imposible, y que realmente puedes experimentar pasión por hacer mucho en un día, lo que quiero decir es que nuestro valor no depende de cuánto logremos, porque el logro comienza desde que tanto cuidamos nuestro interior y entorno.
Me parece erróneo creer que la persona que más cosas hace, es a quien le va mejor. Existe una frase que dice «el que mucho abarca, poco aprieta», porque realmente no se trata de cantidad, sino de calidad. Aunado a esto es importante tomar en cuenta que por la pandemia muchas personas comenzaron a trabajar desde casa, y aunque a algunas les cayó como anillo al dedo, surgieron problemas como el abuso por parte de jefes o jefas a la hora de exigir. Un ejemplo muy común que he visto, es que no existe respeto hacia los horarios o el tiempo de las demás personas; se cree que por estar en nuestras cosas estamos teniendo más disponibilidad. Horarios de entrada, comida, y salida, deberían ser respetados de pi a pa.
A mí en lo personal de pronto comenzó a invadirme la ansiedad de maneras inesperadas, como cuando estaba muy tranquila, gozando mi fin de semana, y de pronto mi cabeza me dijo: «¿Por qué no estás haciendo nada?», en pleno domingo, cuando se supone que una se desconecta y goza. Aquí fue cuando me di cuenta de lo realmente preocupante que es creer que le debemos al mundo nuestra propia explotación, para entonces recibir validación. Es como cuando vuelves a hablar con tus amistades de la universidad y todo mundo quiere quedar bien diciendo cuánto aman su trabajo, posteando fotos de lo que hacen, cuando en realidad, ¿quién no está hasta el carajo de la situación precaria laboral? Muchas personas que conozco trabajan como freelance, por temporadas, por proyectos (tal vez por el área que estudié), pero no hay garantías, es más, estamos al tanto de que tendremos que ahorrar para jubilarnos y auto pensionarnos.
En medio de una pandemia que se ha llevado a tantas personas, que nos ha consumido, que nos arrebató tiempo con seres queridos, proyectos, viajes, trabajo, ¿en serio seguimos pensando que hacer más es lo que podría salvarnos? Por supervivencia, sí, porque de algún lado se tiene que comer, pero entonces, ¿por qué nos mentimos? El ojo lo deberíamos de tener puesto en la cultura laboral que existe en occidente. Esto además, está relacionado con la forma en la que consumimos, y en cómo las diferentes industrias se han instalado en nuestro ADN para hacernos creer que necesitamos lo que realmente es desechable e inservible. Pero para tener más, hay que trabajar más.
¿Estamos siendo realmente productivas/os? Para mí la productividad también tiene que incluir el propio bienestar. Por ejemplo: Poner límites en mis horarios de trabajo, dedicar una hora ocio, a mover mi cuerpo, a hacer actividades al aire libre, a conectar con la gente que quiero, ¿Por qué? Porque importa, e importas. Si no estás presente, si no estás conectada a tu entorno, si no estás escuchando a tu cuerpo, por consecuencia tendrás incluso problemas de salud física y mental. Aprender a ponerte límites me parece de lo más importante, esto significa que si sales de paseo, es porque solo te vas a enfocar en estar presente en el paseo, no a revisar el correo, ni los mensajes, ni las redes. Otro ejemplo es la hora de la comida, disfrútala, saboréala, come despacio, no a prisas. Aduéñate de esos momentos que te pertenecen. Y si tu hora de salida es a las 6, a las 6 se acabó.
No eres más por hacer más, ni ganar más, ni tener más, no debes de tener éxito en todo lo que hagas, no debes de llevarte premios siempre, lo que sí debes hacer siempre es saber distinguir entre lo que es necesario, y lo que te sobrepasa y no te corresponde.
He conocido a personas que han dado todo por su trabajo, y después les desechan; para las grandes empresas no importa nada, solo que sirvas y funciones, pero si tienen que elegir entre mantenerte o dejarte caer, muchas veces (no todas), van a elegir darte cuello. ¿Y esos días con la familia? ¿Esos días para ti? ¿Esos momentos en donde puedes tener conversaciones sobre todo menos trabajo? Hazte esas preguntas porque es importante que no pierdas tu individualidad, tú no eres tu trabajo. No te tienes que poner la camiseta por nadie. Tú cumple, y que la empresa cumpla.
No es normal estar pegadas/os al celular. No es normal que no respeten tus horas de comida. No es normal que no respeten tus horarios de salida. No es normal que te pidan ir en fin de semana cuando no está estipulado en algún contrato. No es normal creer que entre más hacemos, somos más felices. Pasamos los días tan ensimismadas/os que ya no escuchamos ni ponemos atención; que nuestras hijas o hijos ya ni siquiera entablan conversación con nosotras/os; que se nos pasan las fechas importantes. Recuerda: para la felicidad se requiere, más que nada, conexión con nuestro entorno, es lo que nos mantiene con los pies sobre la tierra.
Texto de Arte Jiménez
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