Cuando me senté a pensar en lo que quería lograr este año, surgieron distintas ideas:
- Realizar ese par de proyectos que me provocan ansiedad por exigirme más.
- Volver a hacer ejercicio.
- Volver a comer sano.
- Volver a llevar una agenda y una libreta para escribir en donde sea.
Y claro, cuando llegué al plano emocional, realmente no tenía mucho que decir, estoy enamorada, encontré el amor después de muchos años, y por primera vez siento que algo es recíproco. Pero, ¿Qué sucede en ese intermedio entre volver a confiar y entregarse por completo? Sucede que miles de dudas surgen, a veces las inseguridades vuelven a atacarnos; el miedo es algo constante, no podemos cambiarlo, pero quizá llevar una relación más abierta con él haga las cosas más sencillas.

No solo hablo del plano amoroso, también del profesional, de poder ejecutar nuestros planes maestros para alcanzar nuestras metas; el miedo y las inseguridades son aliados en casos de gente soñadora que ha sido defraudada previamente. Una noche me acosté mirando el techo con algunas lágrimas en el rostro y me hice una seria pregunta, – ¿Merezco lo que sueño? -, porque a veces confieso que ir detrás de ello me aterra, que volver a enamorarme también me pone a temblar, no solo porque implica abrirme a alguien más, sino porque fracasar o salir herida, es algo por lo que no quiero volver a pasar.

El año pasado tres proyectos personales fracasaron rotundamente, existió gente que dejó proyectos con Mujereologia a medias, y yo apenas lograba reconciliarme con ciertas personas y acontecimientos del 2017. Creo que por eso a veces la duda me inunda el cuerpo y me inmoviliza por completo, dejándome quieta contemplando la vida de manera existencialista, porque el 2019 demanda una versión de mí que aún está en construcción; una nueva yo, renovada, con energía y motivación para salirme con la mía y al fin, poder conquistar al mundo.
En ratos de optimismo, entro a Spotify y escucho una playlist con música para bailar e imagino que todo sale bien, que México no se está yendo al caño, que la economía fluye, que al fin puedo volar, que la violencia no existe, que puedo vencer al mal con mis palabras, con las cosas que publico. En ratos de tristeza, me acuesto en mi cama con un nudo en la garganta, tratando de encontrarle sentido a todo, pero las injusticias que leo en las noticias, el ver al mundo como es, me colapsa, y a veces me creo incapaz de enfrentar al monstruo que realmente es.

La realidad es que últimamente esos momentos obscuros van desapareciendo, como que me he estado sacudiendo poco a poco de la negatividad, del ruido que no me deja escucharme; he tenido que tomar esa decisión de convertirme en la versión de mí que el año nuevo me exige… Una mujer fuerte, decidida, alguien que, como cualquier ser humano, tiene miedos, como el miedo a enfrentar el mundo por su basta crueldad. Pero en mí hay una voz que dice: “Eres muy joven como para desistir, sigue intentando.”
Entonces para mí tiene más sentido, debo enamorarme y dejar que la historia se escriba sola día a día sin pensar en lo abrumador que es dejar a alguien entrar hasta la cocina de mi casa. Debo firmar los papeles, aplicar para ese concurso de guion que tanto postergamos mi equipo y yo el año pasado, enviar mi libro para que pueda ser publicado, entrar al nuevo trabajo, seguir mi intuición y seguirlo intentando hasta que se acaben todos los recursos.

El año nuevo requiere que deje atrás el pasado, todo aquello que me lastimó, y decepcionó. El año nuevo requiere que deje de guardar todo mi dolor para mí, me pide que hable de mis sentimientos con la gente cercana. Ahora lo entiendo, las cosas hay que hacerlas y punto, y si existe el miedo, hacerlas con miedo, pero con un gramo de fe en que todo saldrá bien, y si no sale bien, saber que mientras todos abramos los ojos, tenemos una nueva oportunidad de intentarlo, hasta que suceda.
Texto de Arte Jiménez
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