Deshazte de mí como si te cambiaras de ropa. Quítate lenta y a la vez muy rápidamente las prendas que enmascaran lo que comúnmente pretendes ser. Arráncate los accesorios que tonifican esos rasgos de personalidad tan falsa y aborrecible. Desdibuja de tajo cualquier rastro de beso o abrazo que me atreví a dejar sobre tu cuerpo.
Deshazte de mí. Arrójame de una sola vez al olvido y jamás pienses en evocar algún recuerdo que nos contenga juntos, revueltos.
Te ruego que dejes de tocarme en sueños y añorarme en ilusiones. Que no pretendas amarme cuando nunca lo hiciste. Que tu mente no se atreva siquiera a pensarme en aquellos silencios de soledad que invaden tus segundos.
Deshazte de mí para que vuelva a ser mía, y así, poco a poco, logre ser de alguien más.
Te suplico que dejes de aferrarte a mi esencia, porque entre más lo haces, más cerca te siento, y más profunda es la punzada de dolor del sentimiento amargo que no logro controlar. El mismo sentimiento que a ti, estoy segura, te carcome las entrañas y no te deja respirar.
Así que olvídame de una vez por todas, aunque se desaten fuertes vientos y violentas tormentas en tu interior. Aunque tus días sin mí se parezcan menos a la vida y más a la muerte.
Texto: Andréa Jaime